El calor excesivo del verano, como el deseo incontenible de
la sangre, se siente pero no se dice.
Repetir una y otra vez que hace calor cuando todos lo
estamos sintiendo, es síntoma de dialéctica pobre, de incapacidad de
sufrimiento y de autocompasión. Una ridiculez; una memez.
Manifestar el deseo dos veces a la misma mujer, o contar que
sufres por ella porque es un imposible, es cavarse uno mismo la tumba sobre la que el chismorreo
produce la ignominia. Una desgracia tonta.
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