Yo le
hablo a Vicenta de Belarmino Bécquer y le digo que también se ha casado ya,
pero si por algo me pone triste su recuerdo no es porque siga queriéndolo,
aunque no lo he olvidado, sino por la desgracia en que lo han hundido las
gentes de mi pueblo. Eso me cuenta mi amiga Lola Isabel, cuyo padre es un
médico forastero que llegó después de la guerra y es un hombre que no se mete
con nadie pero que se entera de todo y no va por ahí chismorreando. Don Vicente
Calahorra se llama, igual que mi amiga del convento, y es muy amable con todos
sus pacientes y con las amigas de su hija, pero no va al casino porque es de
ideas distintas a las de mi padre y las de don Juan y don Crisóstomo. Sin
haberlo visto con mis propios ojos, estoy por creer la versión que me ofrece
Lola Isabel mejor que la de mi madre. Que se confabularon contra el proceder de
la maestra y ha pagado también mi pobre Belarmino. Me avergonzaría que mis
padres estuvieran también implicados en esa intriga que ha dejado a los recién
casados en la calle, ofendidos por las mentiras de Santiago y por la mala
voluntad de los demás. Sería como para no volver nunca más a ese pueblo. En el
pueblo, Belarmino no sabe trabajar en otra cosa y allí no hay más oficinas que
las que hay. Y no puede irse de Talbania porque Micaela Miranda está obligada a
no salir de allí hasta que cumpla dos años. Desterrada. ¡Qué palabra más áspera
y más fea! Se parece a los pinchos de una sierra. ¡Ave María Purísima!
2 comentarios:
Las garras del chacal me ha sabido a poco. Te felicito, desde mi humilde opinión, por tu calidad literaria.
La verdad que das un repaso a todo lo que mal está, violencia de genero, guerra, poder autoritario y machista. Sin dejar de dar un toque sensual y sensible a las escenas. Especialmente duro, para mi, ha sido el capítulo 11, donde la violencia de Santiago como padre y como esposo me ha conmovido. Quizá porque la violencia de género me produce tanto asco y repugnancia que al leer estas lineas tan duras me estremezco y pienso en esas esposas maltratadas y en esos hijos destrozados. Y que todavía pasen estas cosas.
Gracias Alfonso, por tu sensibilidad y buen tino con respecto a los asuntos que enmarcan este librito nuestro
Publicar un comentario