A Manuela y Francisco Reyes Gómez
Su nombre es Francisco, y ha tenido desde chico una inteligencia vivaz, un temperamento atrevido, un carácter desastroso, abierto, mundano. Más bien, callejero. Fue siempre un muchacho típico de pueblo pobre, simpaticón, travieso, extrovertido. De padres jornaleros, pasó más de media niñez en los cortijos y en las eras poniendo liria pa los jilgueros. Medio analfabeto y resuelto jugador de toda suerte de lances, ya de chaval tuvo el primer Mini Morris que entró al pueblo cuando aquel singular deportivo solo lo veíamos en la televisión, en la propaganda o en las calles de Córdoba si es que íbamos. Si le preguntaban por qué se había comprado ese tipo de coche respondía con su sonrisa segura:
─Pa un tío chudo un coche chudo.
Él se consideraba así mismo un tío chulo, por lo tanto había de lucir el modelo más en boga. El frenillo en el habla le da todavía más el perfil de un actor secundario de las comedias de acción y desastres personales.
Cuando fue joven, tenía tres novias al mismo tiempo en pueblos distintos, pero una noche que los comunistas tiraron papelillas por las calles lo detuvo la Guardia Civil. Tenía fiebre aquel día y cogió su coche para ir a ponerse la inyección en ca la Niña Cabrera. La Niña Cabrera, nunca jamás bastantemente loada, era la matrona y practicante del pueblo, y como entonces no había ambulatorio ni na, había que ir a su casa a ponerse las inyecciones, si ese menester era por la tarde-noche.
Francisco, es decir, el Aocho, ya que estaba en la calle con su cochecito, en lugar de ir directamente a casa de la practicante, tiró pa la calle Ancha, donde están las tabernas, claro. Por la calleja Toribio lo detuvieron Cabeza Cajón y el Gitanillo que iban como locos buscando comunistas, o sus proclamas, por los portales y debajo de los coches. Detuvieron al Aocho y comenzaron a culparlo de que él era uno de los que tiraban octavillas, pero él se defendió diciendo lo contrario, que estaba malo y que iba a ponerse una inyección. De seguido los dos guardias civiles se montaron en el coche del Aocho y comenzaron a insultarlo y a pegarle. Le pegaron al Aocho estando malo y sin haber participado en la tirada clandestina. Le pegaron allí mismo, dentro de su coche. Coscones y guantazos en la cabeza.
Él me lo cuenta con su desenfado propio y el del tiempo transcurrido, con ausencia de malicia profunda. Pienso que estoy viendo una escena de Torrente, el brazo tonto de la ley, pero no: estoy recordando algo vergonzoso y miserable que ocurrió de verdad. Una vejación en toda regla rayana con la tortura, con el abuso de autoridad, no les quepa duda. Eran aquellos tiempos, y podían hacerlo a plena luz…
Le ordenaron que arrancara el coche y tirase la calle abajo, sin dejar de insultarlo y amenazarlo. Le ordenaron que tirase por la carretera de Montilla.
─A este lo fusilamos ahí en el campo y lo dejamos tirao, dijo uno de los guardias.
Pero el Aocho es más listo que lo fue Cabeza Cajón, el sargento maníaco aquel de pésimo recuerdo, y yendo por el Llano del Calvario, al llegar a la calle Nueva tiró parriba.
─Yo pensé: a ver si está mi padre en la puerta y me ve que me lleva la guardia…
Su padre no estaba, y él siguió conduciendo la calle arriba soportando las amenazas, los golpes, y desatendiendo las órdenes de Cabeza Cajón. Al llegar a la calle del Agua torció a la izquierda, en cuya esquina final vivía la Niña Cabrera. El Aocho repetía que iba a ponerse una inyección, así que sin detener el Mini Morris abrió la puerta con la rapidez de su pícara juventud y se bajó rápidamente, dejó el coche andando con los guardias dentro y comenzó a correr. Se escapó. El Mini chocó contra la pared de enfrente y ahí Cabeza Cajón y el Gitanillo pudieron bajarse, pero para entonces el Aocho había desaparecido de su alcance.
El desenlace de aquel suceso aberrante que provocó el estúpido sargento chusquero de la Guardia Civil (¿o era solamente de cabo su graduación?), al que todos los mayores recuerdan con una sensación entre amarga y jocosa, por su manía torpe de perseguir comunistas y salir siempre burlado, merece capítulo aparte. Tal vez otro día nos pille el cuerpo a propósito y lo contemos.
Salud y República
7 comentarios:
Al margen de lo vergonzante de la historia que hoy nos cuentas, vergonzante en suma, nos resulta incomprensible hoy, aunque, claro, la intolerancia tienen distintos caminos que no siempre son el palo y el insulto y la amenaza.
Por otro lado, yo mismo me hubiera dejado fusilar aquel día, si para salvarme hubiera tenido que estampar este peugorcito que tú tan bien conoces (con burrito y todo) contra un muro.
Tamibén para ti salud, y república saludable, que falta hace.
Si por lo menos el autor que ha eliminado su entrada dijera quién es, no me quedaría esta desasón.
No siempre es bueno dejar dicho quién es uno. Eliminé yo mi propia entrada porque tu texto se juzgaba por sí mismo mucho mejor de lo que yo sabía hacerlo. Quien escribie en Internet, amigo bloggero, debe saber acostumbrarse al anonimato.
Estimado Pruden, soy Manuela Reyes la hija del Aocho,
Tu relato me ha recordado mucho a mi padre, cuando de pequeñitos nos contaba esta historia tan real como la vida misma,y siempre me he reido mucho de la forma tan divertida que mi padre lo hace, estoy de acuerdo de tu relato, de nada ofensivo,y me ha gustado mucho,por hacer mención ha este personaje, en este blogg, que aunque algunos no lo crean, son verdaderas historias, que han pasado en Talbania,
Me alegro de que ese dia mi padre saltara del mini, asi hoy puedo disfrutar de sus historias, que como buen aventurero tiene muchas que contar.
Un beso Pruden ...y mi apoyo a tu Blogg,
El Ahocho como el dice, con "h" intercalada, siempre nos ha contado historias de aquellos tiempos difíciles, esta por desgracia, fué así y me enorgullece que la publiques en tu blog.
Mil gracias y un saludo.
La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.
Antonio Machado.
Hola, creo que es mi deber como primogénita de el Ahocho... como bien dice mi hermano, con h intercalada... dar las gracias por este homenaje a mi padre, decirte que me has emocionado, porque como bien sabes vivo en Mallorca desde hace diez años y casi no veo a mis padres; y como que me he puesto a llorar y se me han puesto los pelillos de punta.
Me emociona leer anecdotas de mi Talbania que tan lejos tengo y que no hay día que no recuerde con un sabor amargo en mi boca, a media sonrisa y media lágrima.
El Ahocho tiene más anecdotas curiosas y simpáticas de sus años de juventud, y que yo recuerdo de chiquita, cuando él, con su medio pico me decía: "Niña, tu pade es el chedi el puebo".
Sólo decirte GRACIAS Prudencio.
Un saludo.
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