Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

domingo, 15 de junio de 2008

MAGO

Foto de Rafaguilar


Se nos murió el poeta, el mago, el perverso. Se nos murió el cálido Vicente Núñez, el sabio amigo acogedor. (¿Es preciso que llueva el adjetivo su letanía de chubasco veraniego?). Uno iba a verlo allí, a su lugar de anclaje y resistencia, su endilio, y él ponía en práctica y a la vista de todos su papel de actor ya sin complejos. Se levantaba no más verte que llegabas y así como extrañado te besaba la mano con la suya, porque su modo de saludar era siempre una caricia: «¡Oh, Latino, Latino! ¡Latino Salces! ─Me halagaba. Innecesariamente, pero me halagaba, igual que a muchos otros porque, quizá, esa sea una de las varias mañas del ser poeta─. ¡Qué alegría! ¿Cómo estás? Siéntate aquí, a este lado, que así te oigo mejor. Come croquetas, que están muy ricas. Escucha mi poema, el último. Escucha: Alma María Calas, ¿te acuerdas de una tarde deliciosa en París

Se nos murió así, poquito a poco, pero sin olvidarse que tenía que hacerlo. Un día de este mes hará ya más de un lustro y el verano creciendo. Coincidió en la plenitud de la canícula estival; había plenilunio: había luna llena en Aguilar, y en toda Andalucía, y más allá del sur y de la noche, pero eso tampoco sirve contra la muerte. El solsticio entre el ser y la quietud de las dos candentes estaciones. Contra la muerte, nada, ni toda la belleza de este mundo.

Mientras su cuerpo abovedado recibió sepultura, el espíritu del vino nos miraba desde las vides nuestras; la siesta se hizo dueña del silencio. Eso fue todo. Ahí comienza la leyenda de un raro y un maldito bendecido por la voz singular de Juana Castro.

Ahora solo me queda la prosa de este otro poeta de la campiña, más joven pero caneando, que se desvive, el hombre, por (no) ser Príncipe, o Papa, de la Poesía. «Yo sólo quiero ser Poema», decía Vicente. Eso nos lo proclamó a todos, y nunca, que yo sepa, escribió una novela ni un cuento.

Mi trasunto le quisiera decir, a este Prudencio campiñés, si se dejara hablar: Uno escribe cuadernos y pantallas, todo el día escribiendo, de todo esto y de lo de más allá, en negro, en rojo, en el olvido. En ocasiones escribe uno hasta de lo que no sabe, y de lo que no se sabe, pero sigue escribiendo solo por dos razones contrapuestas. La una, porque tiene algo que decir, de sí mismo y del mundo y de sus padres, y, la otra, porque se encuentra a gusto haciéndolo. Simplemente. Pero he aquí lo que nos derriba y nos calla, Prudencio: este mismo oficio de tontainas, que nos dijo el maestro ahí en el Tuta, nos exalta en la esquina más cruel y ridícula: «Vino a ver si triunfaba con su propio fracaso», ¿no recuerdas? No te preocupes si lo has olvidado. No era más que un sofisma suyo.

«Fernandito (el editor de Ulía) me dice que lo que publico los domingos en el periódico no son más que “pegos y tonterías”; ¿tú qué piensas, Latino?», me guiñó un día Vicente con su voz de pastora vieja y pícara y la mirada por encima de todas las respuestas. Suele ocurrir que lo que uno escribe no le interese a nadie, que esté cundido de errores, o que no se publique nunca, y eso ya nos causa un disgusto físico, emocional y físico, porque nos causa pesantez y nos quita las ganas de mirar la geografía poderosa de unas teticas. Mas, sin embargo, y pese al abandono de la esposa, del amante o del sueño, uno se obstina en el placer de seguir escribiendo. ¿En qué quedamos, es grato, o lo contrario, el escribir? El resultado de esa duda debe ser la poesía, sospecho.

¡La hostia! ¡Cojones! ¡Sus muertos! Son las rudas exclamaciones que suele exhibir Prudencio a solas cuando no encuentra respuesta en la ventana. Como disculpa de sus mediocres incongruencias, evoca a Vicente Núñez en el gabinete de Walter von Wartburg, cuando dijo sin más ni más: Con qué clarividencia sentí que estaba muerto.

Miguel (Hernández) lo dejó dicho así desde la cárcel: «aire que no tiene vuelo». Peut-être. Eterna sombra.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

ENVÍO

PARA que tú estés conmigo,
contigo me voy sin mí.
Conmigo me voy sin ti
para que yo esté contigo.

Vicente Nuñez

Anónimo dijo...

DE rosas nunca vestiré mi cuerpo
ni el dulce mosto volverá a mis labios.
Si granjearme supe vuestras dádivas,
llorad conmigo, pues Lavinio ha muerto.

Anónimo dijo...

Se m a olvidao firmar “DE rosas”

Aunq creo q sta claro q es d Vicente.

SALUD Y VINO