Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

miércoles, 15 de abril de 2009

Contactos




Por antonomasia y lo absurdo y lo incomprensible de nuestras reales leyes, hoy día no se puede contactar con los infantes. No me refiero a los infantes reales, ya sabemos: esos parásitos borbónicos, sino a nuestros propios hijos. No se les puede ni acariciar ni pegar. Ni los padres ni los maestros pueden ponerles una mano encima, porque tienen la potestad de denunciarte por malos tratos o por acoso sexual.
Veamos lo que dice el Diccionario del verbo contactar.
«1. intr. Establecer contacto o comunicación con alguien.»
Y de contacto podemos leer, entre otras acepciones:
«(Del lat. contactus).
1. m. Acción y efecto de tocarse dos o más cosas.
(…)
4. m. enlace ( persona que tiene relación con otras, especialmente dentro de una organización).
5. m. Relación o trato que se establece entre dos o más personas o entidades.»
Pues bien, uno piensa que el contacto físico, el tocarse, es la manifestación más idónea para expresar el afecto o la repulsa hacia la persona inmediata. Ya sea nuestro hijo o nuestro alumno. Quiero decir que si a tu hijo o alumno has de mostrarle la simpatía por sus aciertos le hacemos una carantoña, una caricia o le damos un beso, pero si hay que reprenderle su actitud dañina es conveniente darle un cachetazo a tiempo. Eso está admitido no solo por las pedagogías y sicologías apropiadas para que un individuo en crecimiento sienta la protección y la existencia del “otro”, sino también por las mejores maneras sociales que nos vienen de antiguo, y familiares, para que un individuo en crecimiento tome consciencia de lo que significa responsabilidad.
Pero hete aquí que hoy día (y a partir de ahora me ciño solo al ámbito escolar) si un maestro de escuela (perdón: un profesor) es riguroso con sus alumnos y con su ámbito docente y, al mismo tiempo, es “cariñoso” (¡fíjense ustedes qué palabra más antigua!) y de cuanto en cuanto les premia sus cualidades con una caricia, oído al parche, si el alumno es femenino (es decir, una niña o una chica doceañera o por ahí) puede caerle la gorda al profesor. La ley protege a los infantes contra todo contacto llamado físico. No se les puede ni pegar ni acariciarlos. Con lo cual, piensa uno pobremente, estamos creando individuos simplemente ajenos a los afectos individuales, a las sensaciones del tacto y a las emociones repentinas del corazón.
¡Malos tiempos para la docencia, maestro amigo! Después que no te culpen si se convierten en criminales o personajes de similar calaña.

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