Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

jueves, 30 de abril de 2009

Ellos no necesitan venderse



Ellos, los socialdemócratas del PSOE no necesitan venderse porque ya están vendidos, y a pesar de todo se han dado casos muy despreciables en el canje de votos. Ellos, los del PP, tampoco necesitan venderse porque son los dueños, los representantes del poder, ya sabemos: la Banca y la Iglesia. Pero Rosa Aguilar, y tantos otros comunistas que le han precedido en el transfuguismo, como los que probablemente les sucedan de ahora en adelante porque el asunto político ha perdido su dramatismo y su vergüenza, sí tienen que cambiar de partido y de despacho. Tienen que cambiar, no porque la moral o la necesidad histórica se lo requieran, sino porque simplemente es el mejor modo de seguir ejerciendo la política como su telón de fondo vital. A veces da la sensación de que solo representan teatro.

Se acostumbraron a vivir de la imagen y la fama y el atropello, se acostumbraron al relumbre del poder y, en estos tiempos presentes y presumiblemente futuros porque el bipartidismo es una muralla para pensamiento y el ejercicio consecuente de la democracia, ni Izquierda Unida ni otro partido marginal ni siquiera nacionalista, les ofrece esa sustanciosa posibilidad de ser ministros o subsecretarios o locuaces mentirosos.


¿De qué se ríe?


En este sentido tendremos que admitir, como derecho individual de la persona a mejorar de estatus, que un miembro del Partido Comunista que tenga dotes para el ejercicio de la política “brillante” tiene que aceptar la mejor oferta.

Rosa Aguilar, a quien conocí siendo ella estudiante de derecho y con la que mismamente la noche del 20 de noviembre de 1975 estuve repartiendo panfletos agitadores por el barrio Los Olivos Borrachos de Córdoba, a quien conocí y escuché con admiración también en los años sucesivos de su ascenso por su vigor e inteligencia, ha devenido asimismo, para el desprestigio de la supuesta honestidad de los que siguen poniendo su voluntad al servicio de la cosa pública, al servicio de la política de izquierdas, en una simple sospecha.



Recuerdo una escena de una película (cuyo nombre probablemente sea La dama de Shanghai) en la que una lujuriosa Rita Hayworth intenta seducir a Orson Welles, a la sazón guardaespaldas de su millonario esposo. El suspicaz galán se resguarda de la pasión con este argumento: No me fío de una mujer casada, porque si engaña a su esposo también puede engañarme a mí.

Recomiendo, pues, al señor Griñán la visualización de esa película si quiera sea por el juego de los espejos...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué daño hace este tipo de gente! Comunista? Por dónde?