Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

lunes, 17 de mayo de 2010

LA CULTURA DEL ÁRBOL

A Lola, en un aniversario de nuestra boda


En la entrada al pueblo, al inicio de la avenida Primero de Mayo, hay una encina joven. Es preciosa, bien formada, saludable, una de las primeras encinas que aquí se han plantado, aunque no la única. Creía un servidor que es más vieja La encina del Fermín, en la calle La Paz, pero él mismo me aclara que ambas son de 1991. Luego se han puesto otras en los parques que vienen cambiando la fisonomía externa del pueblo. Ya no podemos decir que Montalbán sea un pueblo sin árboles, como la nostalgia de algún poeta viejo pudiera evocar del año en que nació. Y esta encina en especial, la primera que digo, tiene la doble cualidad de refrescar, o atraer, la vista del visitante y ofrecer de nosotros el aprecio que siempre hemos sentido por esta variedad de Quercus, ilex rotundifolia, tan emblemática en nuestro paisaje como señalada en nuestro amor por los árboles.



Encina de la calle Primero de Mayo

La encina, además de autóctona, es hermosa aunque áspera al tacto, pero es hermosa y fuerte y resistente a los envites de las sequías como a los atentados del hombre. Taladas, quemadas, envenenas, roídas por el ganado hasta dejarlas en pequeños muñones duros y prietos como puños de ira, la encina resiste y brota y, si la dejan los tractores, volverá a ser un árbol centenario y fiel en su vereda.

El paisaje poético de don Antonio Machado está plagado de encinas y encinares. Andaluzas y castellanas encinas cenicientas que lo acompañan en el tren como actores de su vivir. No son objetos naturales que pasan por la ventanilla y quedan atrás del recorrido vital que lleva al poeta de una ciudad a otra, sino que son la acción, el verbo en extensión, de un reportaje intimista en el que cada encina vieja o añosa o florecida, o cargada de su fruto, significa un echo y un nombre de la historia de España.

Por eso a mí me gusta nombrar a la encina de la Avenida Primero de Mayo La del Andrés de Porritas, y a la de la calle La Paz La del Fermín. A mi entender, son los dos primeros ejemplares de encina que han tomado asiento en el cambio visual de nuestras calles y eso también debiera ser datado para el futuro.


Parque de las Terremonteras. Monolito y chopos

Muchos árboles en la historia de los pueblos tienen su nombre propio. No vamos a rebuscar en los archivos de la botánica comparada para documentar ejemplos. No cabrían en este espacio local tantas fichas universales. Bástenos recordar El árbol de Guernica y El Mesto de Las Rozas. Y como de los árboles de Montalbán se trata, quiero seguir mencionando otros ejemplares singulares que crecen en nuestras calles y jardines.


Grevillea, barrio de Las Viñas


Creo que merecen primera mención las diez Melias y la Falsa Pimienta que sombrean la pequeña plaza de la Constitución. Ya son venerables tipos que fueron traídos, como los eucaliptos de la Alameda y del Pozuelo, en tiempos de la dictadura, y creo recordar que por el mismo alcalde durante cuyo mandato se trajo el agua corriente al pueblo y se abrió la calle La Paz. (Algo meritorio debería quedar del aquel periodo.) Esta bonita calle, tan incómoda como peligrosa para los peatones, se adecentó en sus aceras con Chopos blancos que no quisieron vivir muchos años bajo el sustento de la cal y las palizas de los calores. Los Naranjos, esos eternos viajeros que van de parte a parte del planeta y que en todos los países son bien recibidos por su bondad, los suplantaron y ahí siguen, con su azahar benigno y el zumaque grasiento y feo que les chorrea de las hojas y frutos cuando enferman.

Los naranjos son nuestros más prodigados y afianzados emigrantes de entre todas las especies de árboles que gozamos. Tienen la virtud que todo el mundo aprecia y no es preciso abundar en esta página sobre su presencia múltiple y callejera. Tanto igual podemos decir de la cantidad de Alces y de Acacias, de Almezos y de Olmos, y hasta de Jacarandas y de Palmeras y Algarrobos y magníficos Cedros, como el que está al final de la calle Nueva, y del admirable Ciclamor que intensamente florece en azul antes de darnos sus abanicadas hojas, y de otras Coníferas y Frondosas que bordean el pueblo y delimitan y confirman, con sus verdores y alturas diversas que aquí, en Montalbán de Córdoba, está cundiendo la cultura del árbol. Y todo ello sin contar pero recordando los que se observan en corrales y huertos particulares, donde no solo existen frutales de toda índole.

(Sería la cosa de que alguien más dotado en la materia que este cronista realizara un detallado catálogo tanto de árboles como de arbustos. Obtendríamos un grato documento que sorprenderá a más de uno).


Parkinsonia, Parque del Pozuelo, sombreada por los dos eucaliptos que quedan.
A su izquierda, una pequeña encina.


Gracias a ello, a la cultura del árbol que prospera entre nosotros, mas no siempre respetada por los bichos destructores que nunca faltan, hay ejemplares únicos, o escasos, de otros árboles que por su singularidad y belleza debemos conocer y saber que están ahí, aquí, donados casi todos ellos por algunos voluntarios amadores o creciendo en los jardincitos más próximos a la casa de quien los planta. La araucaria araucana de la Cati de Quesadas en la calle La Paz es, tal vez, el más atractivo y alto. El Abeto "engurruñío" del aledaño de la iglesia no sé si algún día lo veremos formado y presumiendo de su elegancia familiar. En los arriates del colegio, lindero a Vereda de Málaga, se ofrece con sus hojas ovales, de color verde oscuro por el haz y verde blanquecino por el envés, y con su flor rosa malva, acampanada de junio, una Lagunaria patersonii, el llamado arbol pica-pica por el efecto que producen los pelos urticantes a la hora de extraer las semillas de los frutos.

En el jardincito del barrio Las Viñas he visto una Grevillea joven, pero firme, junto a una Albizia y un Laurel. No sé quién la habrá puesto, pero es un don esta Grevillea perennifolia, que alcanza gran altura en la adolescencia, árbol al que por el color rubio de sus hojas y flores se le llama pino de oro y árbol de fuego y roble australiano, roble sedoso, grevilea. Tienen muchas denominaciones algunos árboles; será que cada cual quiere apropiarse su encanto. Hay que contemplar y admirar estos árboles raros, bellísimos, y respetarlos como a las encinas o a las higueras y granados, porque formarán parte de nuestro patrimonio ornamental y biológico pese a ser venidos de tierras australianas, asiáticas, americanas o de las islas del Pacífico, como la lagunaria, o el níspero, tan generosamente adaptado a nuestro clima y suelo.


Entre la bastedad provechosa que ha transformado los terraplenes y cañada del Pozuelo, hay un admirable ejemplar de Parkinsonia, otra rareza floral de variados nombres y cambiante presencia. La Parkinsonia debe su nombre al botánico inglés J. Parkinson, extiende su origen desde Méjico al norte de Sudamérica y es conocida también como cinacina, palo verde, espino de Jerusalén, etcétera. Por ese sur del pueblo, a mano izquierda de la carretera, junto a la tapia del último huerto, junto a una joven sudamericana Tijuana tipu de esplendor y futuro, crece medio feliz, agobiado por el sol y multitud de caracoles, un gallego llamado Serbal. El famoso serbal de los cazadores y de los pajareros. En su etimología, se explica que recibe este nombre por haberse empleado sus frutos como cebo para atraer y cazar pájaros.


Ginkgo biloba, a la izquierda. En nuestro huerto.

Sin poder mencionar, por cuestiones de espacio, toda la varia riqueza que cunde en el Parte de las Terremonteras ni en los demás jardines y calles, no puedo dejar de mencionar que en Montalbán tratan de hacer posible su existencia dos ejemplares de Ginkgo biloba. El primero se plantó en Santa Fe, en 1997, ya adulto y bien formado, pero debe tener algún maligno adversario que todos los años le troncha las ramas. El ginkgo, entre sus muchas virtudes y propiedades, tiene también la cualidad indomable de un verso de Miguel Hernández: Como el toro me crezco en el castigo, pues pese a sus humillantes destrozos y al abandono de los cuidados municipales, ese arbolito no se rinde y todos los años vuelve a retoñar. El segundo, también donado por quien suscribe, se plantó este invierno en lo que será el Paseo de la Trocha.



Junto a todos sus vecinos y paisanos, dejemos que el Ginkgo siga su voluntad de ser uno más entre nosotros.



Nota. Los nombres científicos, descripción y demás conocimiento de todos los árboles aquí mencionados se encuentran en cualquier buena guía. Editoriales Mundi-Prensa, Blume, Naturat, S.A. Para interner se ofrece la siguiente dirección: http://fichas.infojardin.com/arboles/


3 comentarios:

Talbanés dijo...

Me ha encantado esta entrada amigo Pruden, que bonito es que vaya poco a poco cambiando el aspecto del pueblo gracias a los árboles, y que bello es también que cada vez más conciencia por recuperar nuestro entorno natural, tan castigado en ese aspecto desde hace siglos. Las encinas son mis árboles favoritos desde que era niño, creo que es el ábol de Iberia... de España, como una especie de símbolo natural. Un saludo y enhorabuena por vuestro aniversario amigo.

La Cocinera Políglota dijo...

¡Enhorabuena por vuestro aniversario! Y abrazos para ambos. El más fuerte para Lola :)

Pruden dijo...

Gracias, amiga. Ha sido un aniversario en paz, casero, sin alharacas, pero con nuera joven y la expléndida tarta.
Igual pronto lo será con nietos... La edad, que ofrece estas riquezas. (Y las miserias del cuerpo, enevitables)