Andrés Neuman. El viajero del siglo, página 352. Alfaguara 2009
Decía yo hace unas entradas que «El placer de evocar y de mirar contiene la belleza del silencio», que «la memoria se expande y surge la creación de los recuerdos». Bueno, eso era algo poético, metafórico o retórico en comparación con las inteligentes definiciones de Andrés Neuman en el libro citado. Yo contemplaba la belleza de una foto de Daniel Mordzinski ante la pose de un García Márquez casi de maniquí, fotografía cuyos colores y detalles escénicos dicen, tal vez, más que el propio retratado. El retratado, de perfil y blanco, mira ausente hacia la calle, o la pared, y entonces yo pensé lo que creí que él pensaba, y así está escrito: «Los sueños existieron, la crisis atenúa las marismas, mas quedan las palabras, su silencio esperando».
Tengamos en cuenta que se trata de un hombre ya muy mayor pero cuyo cerebro siempre está celebrando las auroras que ha de traerle la esperada carta al coronel.
Eso era todo. El silencio no existe nada más que para que la palabra se signe y signifique. Son muy parecidos estos dos conceptos (signar y significar) pero ambos existen para bien nuestro.
1 comentario:
Es cierto; no conocía este rincón. Hasta hoy. Hay otro tipo de silencios, los provocados por situaciones no sólo inesperadas sino además insospechadas. Silencios inocentes primero, pero después conscientes. Sabedores de que si se rompen no conducen a nada. Cómo saber pues, que ese afán por transgredir nuestra casi amenidad vital es mejor que el respeto al silencio.
El peaje por romper el silencio es a veces muy alto. Aun más cuando el tiempo le ha robado su auténtico valor.
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