Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

lunes, 25 de octubre de 2010


La sombra vencida, con este enunciado esperanzador termina uno de los grandes poemas de Miguel y concluye, podríamos decir, su producción. «Eterna sombra» es el  poema “testamento” escrito en la cárcel con el que algunos editores cierran el ciclo de poemas titulado Cancionero y romancero de ausencias

Soy una abierta ventana que escucha,
por donde ver tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de luz en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.

No se puede ser más leal con uno mismo incluso viéndolas venir. La muerte le rondaba ya los pulmones por decisión de sus verdugos.

Pero este es también el título que designa la exposición conmemorativa de su centenario en la Biblioteca Nacional.

Portada del catálogo de la Exposición

Si nos fijamos dos veces, o una con sentido críticamente amoroso, los versos de Miguel están repletos de “títulos” emotivos. Cada verso suyo es un sintagma lleno de contenido y sentido, de raíces sonoras, de plasticidad visual y de orientación histórica: «¡tanto penar para morirse uno!», por ejemplo.

He vuelto de ver la Exposición de la Biblioteca Nacional traspasado por la nostalgia y la experiencia. Ha sido para mí como releer a Miguel a fragmentos sueltos, cronológicamente, detenidamente, pero con él delante. Imaginaros, quienes se sientan hermanos de la Poesía y admiradores de este Poeta.

No quiero privar a mis supuestos lectores de una de las grandes emociones sentidas ante los originales de sus textos. Si conmovedores son los dibujos allí expuestos de Buero Vallejo, el más conocido, como el que su amigo Benjamín Palencia le hizo tocando la flauta pastoril, entre cientos y cientos de manuscritos, fotos, cuadros, retratos, documentos de prensa, libros, vídeos y documentos judiciales que nos presentan en silencio vivo los múltiples relieves de un hombre excepcional y su destino trágico y tremendo (¿recuerdan el soneto «Como el toro he nacido para el luto»?), quiero seleccionar para esta ocasión un poema de adolescencia, escrito con ¡catorce años!, en el que no solo el contenido es un abrazo de hijo y amigo, un poema con perfume de tacto racial, la proyección decidida de su futura poética, sino que manifiesta también algo considerado menor pero preciso para su comprensión: la caligrafía. El poema parece estar escrito de un tirón pero con qué claridad de pulso y sangre y gusto.


Manuscrito de «En cuclillas ordeno», hacia 1924


Si no estiman en lo suficiente mi palabra, por lo que de preferencia personal pueda tener, os sugiero una visita a Madrid, que está bellísimo en el otoño, con el único objeto de pasar una tarde y una mañana casi enteras en esta Exposición. Os dolerán los pies, pero volveréis más enteros.

Para Elena Rivas, la gallega enamorada de Miguel que no ha podido acompañarme en la visita.

3 comentarios:

Talbanés dijo...

Amigo Pruden, realmente emotivo ese poema escrito por Miguel Hernández con 14 años... cuando ese gran poeta tenia esa edad en que siendo niño te haces hombre a marchas forzadas... y más en aquellos tiempos tan duros,... "ni zorro ni lobo" que dicen los viejos. Un abrazo.

Genaro dijo...

Sin embargo, Talbanés, en aquellas fechas y con 14 años, también habría muchos jovencitos con bastantes más medios que el oriolano perdiendo el tiempo o sin haber descubierto qué ocurría en su derredor ni en su interior.
Bonita crónica de la visita a la exposición, yo también la he visto y recomiendo.
Bravo por Miguel Hernández

Anónimo dijo...

Bravo bravo por Miguel y por Pruden que tan bien transmite los sentimientos. Quién pudiera ir por Madrid... Me quedo con las sensaciones de post. Gracias