Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

martes, 23 de noviembre de 2010


La niña tendrá unos ocho años y se desenvuelve sola de maravilla hasta para ir a comprar un regalo para su padre. Es osada y tranquila, a más de simpática y su manera de expresarse revela una madurez plausible, pero lo que de más encomio le encuentra el cronista es el regalo específico que quiere para su padre: un libro interesante. Hay que resaltar lo de interesante por el propio concepto en sí y por el sustantivo al que sigue.

El cronista sabe que muchos padres leen libros, y que todos los libros (o casi todos) son interesantes, pero no es caso tan audaz y común que criaturas de esa edad regalen justamente libros. Este adjetivo es un modelo de comodín lingüístico que se vende solo y, según donde se exponga, viste bien. Resuelve muchas situaciones donde la imaginación y el conocimiento no echaron raíces. Pero la niña, pese a su edad, o por sus años precisamente, no dice quiero un libro interesante para mi padre por quitarse de encima el moscardón de la ignorancia ni, mucho menos, el de la chata cursilería. Veamos, y acabamos.

La dependienta, halagada por su peculiar cliente, le ríe la gracia piropeándola mientras le muestra varios libros hasta poder dar con el que pueda ser interesante para su padre. Y la niña, para que la mujer no se sienta embarazada en su averiguación, resuelta y con las ideas claras explica: Es que a mi padre solo le gustan los libros interesantes, ¿sabe usted?, porque cuando le he regalado otros y está leyendo le pregunto: ¿Te gusta?, y él me responde siempre: Sí, hija, es muy interesante.

2 comentarios:

Raúl dijo...

Una anécdota bien contada como esta bien puede considerarse un relato corto. Pienso.

Saludos de Raúl

carmela dijo...

...no es para tanto Raúl. Lo que se entiende por un relato corto exige el sobresalto de alguna emoción desconocida. Como anécdota bien contada, vale, como suceso inaudito también, por eso me gusta