Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

martes, 28 de diciembre de 2010

LAS DEUDAS DE MIGUEL HERNANDEZ





Al cabo, nada os debo


En la última entrada de 2010 que dedico a Miguel Hernández, quiero unirlo con este otro poeta español de la rabia y de la idea: don Antonio Machado. No sé por ninguna referencia que ambos llegaran a conocerse personalmente, ni en Madrid ni durante la guerra, a no ser que se viesen en Valencia durante el Congreso de Escritores Antifascistas en el que los dos participaron.

Junto con Federico García Lorca, es ocioso repetir que los tres forman el martirologio más significativo que perpetró el fascismo en España. Machado, desde la sencillez de su inteligencia, luchó por la venida de la II República y la defendió con sus escritos y su actitud de manera loable, como todo el mundo sabe. A invitación del Gobierno, se trasladó a Valencia cuando Madrid estuvo asediado y se creía que pronto caería en manos de sus enemigos. Malvivió y sufrió hasta la derrota final y las últimas fotos suyas dicen su desconsuelo. La cara regordeta de cura bonachón se le trocó en la efigie de un ánima apenas sin cuerpo, todo quijadas y frente y barbilla larga. Lo demás, su éxodo penoso a través de los Pirineos, su breve y triste estancia en Collioure, su muerte, su entierro en soledad, estuvo presagiado en su famoso «Retrato»:

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de viaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

Es el fragmento anterior al expuesto de este poema ejemplar el que me trae unir la magnitud de la obra de Miguel con la reflexión de don Antonio. Leámoslo primero.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.




En la muerte de Miguel Hernández, debemos reconocer que no pudo “pagar” (con dinero) el lecho, o nicho, para yacer, si ese fuera el catre que para sí declara Machado. Pero entendemos que se refería a su propio hogar.

Esta unicidad de actitudes vitales buscada por mí, me la despertó con determinada ira el siguiente exergo escrito por un hernandiano de pro, nada menos que Aitor Larrabide, que dice así: Miguel Hernández debe, en gran medida, su categoría literaria a sus amigos, a sus coetáneos, (http://www.teleorihuela.com/2010/12/21/articulo-de-aitor-larrabide-ramon-sije/comment-page-1/#comment-18802).

Y eso, para mi entendimiento de cómo se forma un poeta, y para el conocimiento de cómo Miguel se formó a sí mismo, pienso que no se corresponde con la verdad biográfica ni es de justicia histórica. Miguel escribió todo lo que escribió en un palmo de asedio de todas clases, no ha menester reiterar las verdades porque son de conocimiento público, hasta morir sin saber que sería considerado uno de los mejores poetas españoles de su siglo. El señor Larrabide, naturalmente, no habla mal de Miguel en su artículo, pues era dedicado a resaltar los valores de Ramón Sijé su tema. Pero tras leer estas palabras que repito, Miguel Hernández debe, en gran medida…, hube de intervenir, a renglón seguido, en el foro de ese medio con una exclamación vindicadora.

Y ahora, aquí, esto es lo que quiero decir en conclusión: Miguel Hernández es el autor único e indiscutible de toda su producción literaria. Él solo y voluntariamente comenzó a leer y a escribir desde muy joven; él solo leyó todo lo que ocasionalmente caía en sus manos. De sus lecturas y andanzas, primero, de sus vivencias fuera de Orihuela posteriormente, escribió todo lo que de él disponemos. ¿Influencias? Naturalmente. Las influencias de otros autores o amigos son sustancias que se adhieren inteligentemente al propio espíritu de cualquier autor. Solamente los mediocres producen calcos de las influencias recibidas. Pero no me dirá el señor Larrabide, con toda su extensa labor a favor de la obra y vida de Miguel Hernández, que su categoría literaria se la debe a los amigos y coetáneos. 

Así dicho sin más, como una opinión categórica, pienso que es un atentado al genio de Miguel Hernández, a su talento y vitalidad creadora. Todos en la vida estamos interrelacionados con nuestros semejantes; la personalidad de un individuo se conforta, por tanto, de los elementos que le interesen o le sean afines. Cualquier autor, por muy grande que llegue a ser, no lo es por el hecho de querer serlo, sino también por todo lo que su espíritu acapare, su sensibilidad aprehenda y su voluntad escoja. En este sentido, lo mismo que se dice de Miguel Hernández se pudiera decir de Walt Whitman, de Quevedo, de Shaquespeare, etcétera.

Mi indignación y mi oposición a las palabras del señor Larrabide lo son profundamente porque denuncia a Miguel como si su osamenta no se hubiera mantenido en pie sin los favores de los demás. Eso es un pensamiento negligente que excluye al poeta de su personalidad excepcional. Fue pobre y necesitó de la ayuda de muchos, pero su obra, que es a lo que vamos, no se la debe a nadie porque fue producto de su inteligencia y pasiones.

Uno de nuestros dichos populares, de inspiración rural, dice que el que nace tagarnina no pude recibir más que escardillazos. Así sigue ocurriendo que Miguel Hernández, tan alegre y vitalista, continúa recibiendo golpes hasta de sus estudiosos sesenta y ocho años después de asesinado. A don Luis Almarcha, por ejemplo, ¿qué le debe Miguel, el préstamo de unos libros y unos tendenciosos consejos para que no se saliese del redil? Antes de ser acogido por el Vicario y de conocer a Sijé, sabemos por sus biógrafos que Miguel había leído ya a «coetáneos y amigos suyos» como san Juan de la Cruz, Góngora, Lope de Vega, Gabriel Miró, Juan Ramón Jiménez y hasta la vida de los santos. Y así sucesivamente. Como cualquiera que, desde que quiere ser poeta, ha de hacer.

 Miguel, muy joven, con atuendo de cabrero y cara de lo suyo

He aquí un poemita de Miguel escrito antes de conocer a sus «amigos y coetáneos»:

A MI ALMA

Murmuran que hablo muy poco
alma los que nada saben
de nuestros largos coloquios.

Está signado con el número 5 de su producción inicial, lo que para los editores sería la quinta poesía que escribió el chaval. Y el siguiente con el 9:

PIEDRAS MILAGROSAS

Tiro piedras a un cordero,
y cada piedra que tiro
deja en la brisa un suspiro
y en el azul un lucero.

Esta redondilla me recuerda una letra de cante jondo por soleá que cantaba, creo recordar, Juan Talega. Lo popular también estaba ya adherido al decir del joven Hernández. El poema que su Poesía completa (Espasa Calpe, 1992) recoge con el número 12 se titula

ETERNIDAD

Como una fontana que,
eterna, en brotar persiste,
como un sendero, me iré…
y no acabaré de irme.

¿No es verdad que nos suena a los cantares de don Antonio Machado? ¿Y es eso un debe, una influencia, o un paralelismo íntimo del sentir expresivo? Fue el poeta cubano José Lezama Lima quien hablaba de las correlaciones subyacentes entre generaciones.




















Miguel, con 14 años

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante reflexión sobre quiénes somos y qué relación mantenemos con nuestro entorno.

Desde luego decir que miguel hernández "debe" es inconcebible, pues fue él el que supo amasar lo que estaba en el ambiente, no aquellos a los que debe supuestamente algo.

Sin embargo siempre me chocó el poema de antonio machado en un sentido distinto... tal vez porque cuando yo lo cantaba con la música de serrat me imaginaba a mí misma diciendo esas palabras. Y he de reconocer que yo deber, debo "hasta el aliento", empezando por el ADN y siguiendo por el apellido. Soy tan poquita cosa que siempre imaginé que había que ser un machado o un miguel hernández para no deber nada.

en fin, un poco lío, para reflexionar en casa este final

Talbanés dijo...

Has hecho un gran homenaje y una bonita labor con este año de entradas dedicadas a Miguel Hernández. Te felicito por ello Pruden.

Prudencio Salces dijo...

Amigo Andrius, los que me hayáis seguido más o menos de vez en cuando, veréis que he procurado no hacer un homenaje al uso, sino dando a conocer algunos aspectos menos promulgados de la vida de Miguel y reproducir poemas que yo considero buenos sin ser los más ejemplares de su producción. Todo el mundo conoce "El niño yuntero", "La Elegía" y la "Canción del esposo soldado", las "Nanas de la cebolla" etcétera, pero hay tanta poesía en el cómputo de sus diez años de labor intensa... Y la correspondencia, y el teatro, que apenas he tocado, y sus prosas, de las que solamente puse una al principio. Pero mi deseo no concluye con 2010, pues tengo otros apuntes sobre su vida y otros poemas que me gustaría seguir comentando. Ya veremos.
Gracias por tu estar aquí y hasta siempre. Que el 2011 te sea buen año.
Salud

Carmela dijo...

Quedo gratamente emocionada al leer esta entrada.
Es cierto : no es un homenaje común.
Has apuntado a otras aristas.
Estaré alerta para cuando desarrolles los temas de teatro,la correspondencia y otros poemas que , según dices, seguirás comentando.

"Como una fontana que,
eterna,en brotar persiste,
como un sendero, me iré...
y no acabaré de irme."

Ni Miguel , ni Machado ,ni Saramago ni todos los que nombras
se van porque viven dentro de nuestra esencia y son imprescindibles.
Notable riqueza genera tu espacio.
Imprescindible también estar aquí.
Abrazos.Buen año.