Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

lunes, 3 de enero de 2011

CÁSTOR ZIEMSSEN VINDICANDO A MIGUEL HERNÁNDEZ


Ni aun después de la mella que el invierno asesta en las pupilas
nadie conoce en Huelva a Cástor Ziemssen.
Ni en Bilbao, nadie sabe que existe Cártor Ziemssen.
Durante las presencias y alharacas
de un año poseedor de su poeta, nadie vio a Cástor Ziemssen.
Ni en las calles de Huelva, ni al aire de Bilbao Cástor Ziemssen
enarboló bandera, ni figuró en las nubes ni al relieve
de las fotografías con memoria.
Nadie sabe que existe ni lo ha visto, ni ha escuchado su nombre
de piedra o de impostor si caballero andante.
Incluso tú imaginas que ese hombre se llama Cástor Ziemssen.
Se llama o se llamó porque la historia no acoge sensaciones.
Ni en las costas del mar Mediterráneo, Cartagena,
por las tierras salobres donde anduvo Miguel con un Hernández
de hermanos sudorosos, nadie escuchó en España, ni al sur
ni por la sombra y sus oteros, el nombre y la pasión de Cástor Ziemssen.
Circundado de olivos y de chopos, por las secas planicies de la encina
viajaba Cástor Ziemssen. Pisando la humedad de los hayedos.
Nadie oyó caminar, nadie vio regresar a Cástor Ziemssen
perdido, derrotado, fugitivo, con su espectro en penumbra,
terciado a sus espaldas un sepulcro,
buscando un valle o cerro, allende de Lisboa, donde perros no hubiera,
para desenterrar su propia muerte. 


 Panorámica de Davos, Suiza

Trascurrido 2010, tras miles de homenajes y presencias, Cástor Ziemssen no ha formado parte activa en el Centenario de Miguel Hernández. Pero él tiene su particular estima por el poeta de Orihuela y una obra a la altura de cualquier oriolano de bien. Inédita. Cástor Ziemssen, a sus 46 años, sigue inédito porque nadie sabe que existe en realidad.

La madre, que aún le vive viejeando, fue llevada a Suiza cuando joven y en los años 60 del siglo pasado se casó con Friedrich para tener un hijo. Le pusieron el nombre del abuelo materno. Con Cástor ya mozuelo, la mujer enviudó y los dos se volvieron a España, a su tierra natal, Alburquerque, Extremadura, donde los días de julio rechinan en las calles con devoción de fuego. Bajo el sopor tan diferente al de Davos, donde vivió sus primeros veinte años, poseedor de dos patrias dispersas, disímiles, un primo llamado Álvarez Buíza, muchacho tímido como el reflejo de un cristal perdido allá en su pueblo, le regaló en edición de Losada una antología breve de Miguel Hernández. Se la dio sin firmar, sin anunciárselo, con entusiasmo vívido, magnético. En la lectura de aquel pequeño libro azul, comenzó el caminar zozobrante de Cástor Ziemssen queriendo vindicar al poeta que murió en la enfermería de una de sus muchas cárceles, abandonado.

 Calle de Alburquerque, Badajoz


1 comentario:

Carmela dijo...

Me has emocionado .
"Nadie oyó caminar , nadie vio regresar a Cástor Ziemssen perdido, derrotado, fugitivo , con su espectro en penumbra ,terciado a sus espaldas un sepulcro,
buscando un valle o cerro, allende de Lisboa, donde perros no
hubiera,
para desenterrar su propia muerte."
No. Nadie sabe que existe.
Pero acabas de presentarlo y si con la lectura de aquel pequeño libro azul comenzó su caminar zozobrante con la intención de vindicar a Miguel es imprescindible conocerlo.
Un abrazo.