Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

miércoles, 25 de mayo de 2011

El parado de la trompeta (Segunda versión. Cuento corto)





En el cuarto oscuro estaba la trompeta que perteneció a su abuelo. Lo que se quedaba inservible, si no estaba para tirarlo, se echaba allí, y la trompeta no le había servido al abuelo desde unos años antes de morir, pero hasta entonces la dejaron con él, en su habitación. Ahora el nieto, de cincuenta y un años, lleva unas semanas parado y por matar la desolación de su aburrimiento ha entrado a curiosear en esa habitación de los chismajos.

Es viudo y ya no hallará otro trabajo, lo sabe bien. La crisis del sector, la edad, la falta de pericia. Las cartas que su esposa y él se escribieron cuando novios también están ahí, donde la trompeta, algunos trajes viejos y muebles renqueantes. La caja de las cartas las llevó allí el hijo cuando ella murió para que a él no le diera la perrera de leerlas, pero ahora su hijo también murió y el recuerdo de las epístolas lo conduce hasta la habitación cerrada. Pero antes que la caja que conserva las apretadas palabras de amor, ha visto la trompeta del abuelo. Su dorado metal, colgado de un clavo en la pared, se hace bien visible al abrir la puerta. Dominado por el instinto más que por la añoranza, la descuelga y la limpia de polvo y la contempla.

Su abuelo quiso que aprendiera a tocarla, «ya verás como parece que estás hablando con la luna», pero no sintió el deseo de ser trompetista y apenas aprendió las primeras nociones de solfeo. Sin embargo, ahora se la lleva a la boca e intenta rememorar las lecciones recibidas y menospreciadas.

Al día siguiente volvió al cuarto oscuro, cogió la trompeta y un taburete plegable y una boina negra y se metió en el Metro. Se fue a un barrio lejano y céntrico. Se bajó en Tirso de Molina y salió a la plaza. Entre dos quioscos de flores se pasa largas horas tocando: unos días por la mañana y otros por las tardes. No le da vergüenza reconocer que no toca nada bien, pero no lo hace solamente por el poco dinero que recoja para sobrellevar su vida de parado: desde que entró en el cuarto oscuro y vio la trompeta, ya no sabe hacer otra cosa.

Madrid, 15 de mayo de 2011
Primer día de la Indignación general



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