Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

martes, 21 de agosto de 2012

BARCELONA JOYCE (Novela inédita. Fragmento)






No podía irse sin comunicárselo al menos a su padre, Anton Joyce, hijo de irlandeses y alemán de nacimiento, hombre de pocas palabras y amante de los caballos. Entre Margot y su padre había prevalecido siempre la confianza y el entendimiento mutuo, un sustentado sentimiento de amor filial que ella concebía, desde siempre, como la salvaguarda para soportar sin daño sus cambios de carácter. En ocasiones inexplicables, se mostraba gentilmente espléndido por las mañanas y por las tardes su semblante se volvía hosco y su temperamento irascible; se convertía en una persona insociable. Pero ante ella se disculpaba si lo requería en algo y se mostraba dispuesto, aunque estuviera haciendo de tripas corazón y la tirantez de los músculos faciales no volviese a su estado natural. A su manera, Anton la había querido siempre y por ella se cambiaba hasta las cosas de mano. Así que ahora, al tiempo de huir con su hija, no podía dejar de informarle de la situación. Sin embargo, a Obdulia, la madre, Margot prefería no ponerla en antecedentes confiando en que Anton Joyce, advertido de esa imperativa necesidad, sabría mantenerla en la ignorancia así como en la esperanza de que un día regresaría con la niña. Le diría a su esposa que iban de viaje, un viaje del que solamente ella misma conocía el destino y nadie más el regreso. Había decidido abandonar a su esposo porque ya le había pegado varias veces y tenía la sospecha, si no fundada en la evidencia sí comprobada por la sazón de los indicios, de que la engañaba con otra. O vete a saber si con más de una, toda vez que el narrador de esta historia ha conocido la navegación amatoria de Anselmo Letelier Salvochea, por lo que es probable que los recelos de su esposa tuvieran fundamento. Es tan incontrolado como ambicioso: se cree muy hombre, pero no es más que un bruto, pensaba ella con el descubrimiento abrupto de su amargura. Margot no había sospechado durante su alegre y equilibrada vida que los celos y el maltrato la conducirían al estado sombrío del sufrimiento y que este la llevara a una situación extrema. Una situación a la que había llegado por el doblez de su esposo, por sus tardanzas y la violencia empleada con ella. El cambio de ser de Anselmo la inducía no solo a sospechar que la engañaba, también los silencios obtusos y el dolor de su carne eran un verdadero martirio y ya no quería seguir así. Se hallaba sobrepasada por la realidad. Su padre se ofreció primero para hablar con Jacobo e incluso denunciarlo a la policía a fin de obtener el divorcio rápido. Margot lo conminó. «Si te confío lo que voy a hacer es porque no deseo tomar otra alternativa». Anton Joyce no estaba de acuerdo con la decisión de su hija, pero no pudo impedírselo: ella siempre tuvo buen tino para sus decisiones y un convencimiento de clavo firme que hacía inútil intentar de persuadir.
Aquella misma tarde, voló al silenciado país y la niña con ella. 



Desde que Anselmo Letelier Salvochea llegó a este país, joven y arrogante, con sus ojos de isla mediterránea, de mirada sutil, luminosa y penetrante como la de un tuareg, considerado al cabo de los años por los demás de seductor en desgracia, no ha cambiado de trabajo ni de condición descuidada, espontánea, exhibicionista y risible. La mayoría de la gente que lo conoce lo ve ridículo. Un extranjero grotesco. Desde que su mujer lo abandonó llevándose a la niña, ha sido siempre así: con el alma colgada del vacío y la mirada persiguiendo a las muchachas. Ahora que cumple cuarenta y pico de años, se extravía sobre todo mirando las jóvenes que oscilan alrededor de los veinte, porque esa es la edad que debe tener su hija, a la que sigue obsesionado en buscar pero más en la imagen de las otras chicas que en la realidad donde quiera que viva. A los dos años de la separación sufrió amnesia transitoria tras un coma etílico y desconoce con exactitud el año que nació Barcelona Joyce. Su esposa se llevó el libro de familia y no ha vuelto a darle noticias de su paradero.
Margot se llevó, además de la niña y el libro de familia, su existencia total y lo dejó abandonado, solo, deshabitado, en la ignorancia, sin rastro donde poder hallarlas. Barcelona Joyce no había cumplido un año cuando su madre se separó de Jacobo por infidelidad y maltrato. Entonces no bebía con la compulsión desangelada e insaciable que le vino después; ni ahora, pasado aquel tranco, tampoco bebe hasta emborracharse, pero el virus de la violencia se le desbravó de golpe porque Margot le dijo, despechada, que ella también tenía un amante.

Notilla al lector. Anselmo y Jacobo son el mismo personaje, cuyo motivo del doble nombre se explica en lo sucesivo de la historia

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué pasa Pruden... Si no hacemos comentarios no nos sigues contando de tu novela?

Prudencio Salces dijo...

Sí hombre, o mujer. Se trata de una novela inédita formada por una trilogía sobre el amor puro. Se fundamenta en dos historias independientes, una que sucede en tiempo del narrador de la segunda, cuyos personajes principales convergen en la tercera. Algo osado (si se me permite la osadía de la interpretación personal)pero que de momento no tiene validez ninguna.
Muchas gracias