Los
padres ya murieron.
Ubres los campos, en las calles
también la plenitud,
el ciclo de la vida si lograda.
Los hijos,
son dueños de sus vidas
y con ellos
mi vida llega al vértice
de esperas y señales.
El invierno también es un camino.
Si por algo estupendo
─ajeno al circular de sangre
y amor
y responsabilidad─
sigo esta torpe senda
velada de armonías
y duelos
y secretos,
es por ver hasta dónde
alcanza
o crece
el árbol que planté cuando fui joven.
Agenda de un anciano recién llegado (Inédito)
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