Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

martes, 4 de marzo de 2014

Final y presentación: Las garras del chacal


Yo le hablo a Vicenta de Belarmino Bécquer y le digo que también se ha casado ya, pero si por algo me pone triste su recuerdo no es porque siga queriéndolo, aunque no lo he olvidado, sino por la desgracia en que lo han hundido las gentes de mi pueblo. Eso me cuenta mi amiga Lola Isabel, cuyo padre es un médico forastero que llegó después de la guerra y es un hombre que no se mete con nadie pero que se entera de todo y no va por ahí chismorreando. Don Vicente Calahorra se llama, igual que mi amiga del convento, y es muy amable con todos sus pacientes y con las amigas de su hija, pero no va al casino porque es de ideas distintas a las de mi padre y las de don Juan y don Crisóstomo. Sin haberlo visto con mis propios ojos, estoy por creer la versión que me ofrece Lola Isabel mejor que la de mi madre. Que se confabularon contra el proceder de la maestra y ha pagado también mi pobre Belarmino. Me avergonzaría que mis padres estuvieran también implicados en esa intriga que ha dejado a los recién casados en la calle, ofendidos por las mentiras de Santiago y por la mala voluntad de los demás. Sería como para no volver nunca más a ese pueblo. En el pueblo, Belarmino no sabe trabajar en otra cosa y allí no hay más oficinas que las que hay. Y no puede irse de Talbania porque Micaela Miranda está obligada a no salir de allí hasta que cumpla dos años. Desterrada. ¡Qué palabra más áspera y más fea! Se parece a los pinchos de una sierra. ¡Ave María Purísima!


2 comentarios:

La Mentira hecha verdad dijo...

Las garras del chacal me ha sabido a poco. Te felicito, desde mi humilde opinión, por tu calidad literaria.
La verdad que das un repaso a todo lo que mal está, violencia de genero, guerra, poder autoritario y machista. Sin dejar de dar un toque sensual y sensible a las escenas. Especialmente duro, para mi, ha sido el capítulo 11, donde la violencia de Santiago como padre y como esposo me ha conmovido. Quizá porque la violencia de género me produce tanto asco y repugnancia que al leer estas lineas tan duras me estremezco y pienso en esas esposas maltratadas y en esos hijos destrozados. Y que todavía pasen estas cosas.

Prudencio Salces dijo...

Gracias Alfonso, por tu sensibilidad y buen tino con respecto a los asuntos que enmarcan este librito nuestro