Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest
miércoles, 19 de octubre de 2016
La soledad también es un encanto
Ahora él se ha ido, se murió, la soledad también
es un encanto como cualquier caricia, piensa ella sentada en la terraza.
Compraron ese piso por la enormidad de la terraza que tanta ilusión le producía
al marido, pero a ella le sobraba el espacio vacío de imprevistos. A las
visitas las recibían en el salón y desde ahí se marchaban tras el café. Ningún
amante escaló a la terraza en las horas precisas. Tampoco un niño correteaba
por allí con su bicicleta de juguete. Aun sin darse cuenta de las sensaciones
oclusivas que su mujer sentía en la gran terraza, el marido compró macetas de
plástico duro y otras de cerámica verde y arriates largos de fibrocemento donde
sembró tanto tipo de plantas como le vino en cuenta. Entonces ella se sentía
más agobiada y pequeña en ese espacio que había que cuidar todos los días.
Y un día el hombre se murió: de algo, no recuerdo si de un infarto o de
un dolor de huesos, solo sé que se murió de prisa, como venía viviendo. Ella se
quedó tranquila y fue cuando dispuso eliminar todas las flores con las que el
marido había invadido la terraza que la mujer debía mantener con decoro y con paralela
desgana. Esa tarde de otoño, con la gran terraza vacía y abierta a las salidas
del sol, sacó una silla del comedor y, tras encender su primer cigarrillo de viuda,
se dijo para sí: «El dolor se lleva dentro, pero la soledad también es un
encanto. ¡Qué leches!», puntualizó.
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