Hace unos días hablábamos de un alcalde que hubo en Montalbán y pasó a la historia crepuscular, y triste, con el sobrenombre de El Alcalde Cipote, sin embargo, mucho tiempo después, tuvo Talbania un alcalde al que llamaron El Repoblador. Algo se ganó. Durante el gobierno de este último y del que le sucedió se abrieron nuevas calles en el pueblo. Se presentó una época de lluvias generosas, desbordantes, y fue menester canalizar el río para que su corriente no se desperdiciase por las vaguadas del desierto colindante ni se metiese, por la otra orilla, en las cocinas con vitrocerámica. También fue cuando, con motivo de la Feria Internacional del Ajo, que llegó a tener relumbre de grandeza y engarce con la Junta de Andalucía, un emigrante enriquecido en Suiza volvió e instaló la primera casa de alterne en las afueras del pueblo, denominada con el peliculero nombre de Club Nocturno, que sigue siendo una gozada en la comarca entera. Pero todo eso transcurrió hace ya mucho tiempo, y el pueblo sigue creciendo con la misma modernidad espeluznante.
El Repoblador y el sucedáneo fueron jóvenes alcaldes con el barniz de la ilustración aireado en las sienes. Por eso, a las calles nuevas se les puso nombres de artistas y poetas famosos, fueran o no oriundos de allá, de Talbania. De tal modo que el celebrado músico y cancionero Carlos Castellano, autor de la canción con ese toro tan raro que se enamoró de la luna, tiene una calle en su honor. Fue un alarde de justicia contra el olvido en que se hallaba aquel hombre, el músico, que por demás vivía entonces muy lejos del lugar donde nació. Como también se designó otra calle en memoria del escultor Enrique Moreno, un hombre cuya biografía nos dice que fue un fenómeno de talento al que asesinaron los nacionales al empezar la guerra. Un escultor vanguardista del que no hay ninguna obra en el pueblo, ni privada ni pública. Los pueblos suelen ser así: enaltecen la persona pero desprecian la obra. Menos cuando, sin menoscabo alguno, ignoran la obra y desprecian al autor al mismo tiempo.
Otros nombres escogidos, no sabemos si al azar o extraídos del magín de aquellos alcaldes con ideas de letrados, son los de Vicente Aleixandre, Pablo Neruda, Gloria Fuertes y Miguel Hernández. «Forasteros serán, como los toreros del Abaú», nos respondió un socarrón al preguntarle por la vinculación de estos autores con Talbania. «¿Y qué es eso del Abaú?» El interpelado, algo más solícito, pero sin dejar de sonreírnos por encima del hombro, nos aclaró que el Abaú fue un hombre de poco entendimiento, medio tonto, que vivió acá hace ya muchos años. Siendo joven, al Abaú lo llevaron en una ocasión a ver una corrida de toros a la capital. Al día siguiente y en el cortijo donde andaba de boyero, así como quien examina a un niño, le preguntaron que quiénes habían sido los toreros que vio. «Forasteros eran», dicen que dio por única respuesta el cándido, lo que ocasionó la risa general. Y he aquí que desde entonces quedó ese dicho para aplicárselo a todo aquel que, como los toreros del Abaú, sea forastero o desconocido por la población.
La del poeta Miguel Hernández es una calle empinada, recta desde principio a fin, que comienza en la Avenida del Río y sube hasta el Cerrillo la Cruz, y anaranjada. No de color naranja, sino con naranjos en las aceras. Fue otra de las virtudes, sino la principal, del alcalde repoblador o del que le siguió en el mando: la naranjomanía. Allá donde cupiera un plantón, se ponía un naranjo. Y donde antes hubiera aligustres, olmos o acacias, se arrancaron todos para en su lugar poner naranjos. Aunque los árboles sacrificados estuvieran en buen estado o recién inaugurados por el alcalde anterior. Hasta una vieja grevillea, que Periquito López había traído como maravilla de Argentina con la denominación doble de árbol de fuego y pino de oro, fue arrancada de cuajo porque, al parecer, nadie sabía ya el nombre ni el origen de aquella especie delatada como los toreros del Abaú: forastera. Pero la calle dedicada a Miguel Hernández, aun sin ser bonita, y pese a la estrechez de las aceras, tiene dos hileras de hermosos naranjos en cuyos arriates las vecinas pusieron rosales, geranios y otras flores aromáticas, como la yerbagüena.
El caso es que, tal vez no habiendo muchos habitantes de esta calle que supieran quién fue Miguel Hernández, o bien pasándote por el forro de los pantalones los méritos que la historia le asigna al de Orihuela, cada 29 de septiembre los vecinos de esta calle organizan una verbena allí mismo. Una verbena como las de antiguo, con sevillanas sonando en un tocadiscos y sopaipas de balde, sin más mengua ni más motivo que el celebrar la festividad de San Miguel arcángel. Puntos suspensivos.
«Ese sí que sería un buen torero para el Abaú: el arcangelito», me sopla al oído, ya achispado por la cerveza verbenera, mi amigo el Parra. El Parra, el que siendo chaval puso su órgano vital sobre el pupitre de su compañera de clase.
3 comentarios:
Es curioso observar el callejero montalbeño. Aunque mi plano es viejo, y por ahora el perito del ayuntamiento no ha atendido a mi sugerencia de actualizarlo, lo primero que podemos observar es que esto de la paridad no ha llegado todavía a nuestras calles. Gloria Fuertes y, si no me equivoco porque mi plano no hace mención, Clara Campoamor, son las únicas señoras entre un cartel de músicos, escultores y escritores.
Podemos ver a Juan Rejano al laíto de su admirado Miguel Hernández, del que dijo en una ocasión que murió abandonado de los poetas, que son precisamente los que ahora se lucran de su nombre.
Lejos del Cerrillo de la Cruz está “el fenómeno” Enrique Moreno. Eso sí, cerca de otro filósofo de la vida como fue Rafael Alberti.
Curioso ver a Neruda que parece reunir a sus amigos Vicente Aleixandre y Pedro Garfias, a los que se une en eterna tertulia el aguilareño Vicente Núñez y mi querida Gloria Fuertes.
¿Y Cervantes? Eso habrá que preguntárselo a Pruden. Creo que algunas noches recorre los pocos metros que los separan.
Salud
PD: he disfrutado de la lectura.. genial
En efecto, Miguel Ángel: Cervantes, creo recordar, fue el primer hombre de mérito al que se le asignó una calle con su nombre cuando todavía los "domadores" lucían sus ofensivas grafías por las calles Empedrada, Ancha y Nueva, además de la Montealbo. Montealbo y Cervantes se dan la mano pero da la sensación de que también la espalda: una calle mira hacia La Rambla y la otra a Puente Genil, o por lo menos a la cuesta de la Cañada. Es decir, forman un ángulo recto cuyos lados se orientan al norte y al sur.
En atención a tu acuerdo, sería de justicia que, buscando eso de la paridad, además de la Campoamor también se acordase el Ayuntamiento de la Chiquita Piconera, por ejemplo. Y yo propondría a Wislaba Szimborka, Gabriela Mistral y María Lejárraga, cuya extensa obra de esta última se publicó bajo el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra.
¿Y Federico? ¿Por qué García Lorca no tiene calle en Talbania ni en Montalbán? ¿Verdad que es extraño?
Con respecto de Miguel Hernández, no murió «abandonado de los poetas», porque Vicente Aleixandre siguió ayudando a la viuda incluso después de su muerte. Neruda, a través de la embajada de Chile, procuró que se fuese allí. Y José María de Cossío, junto a otros, movió el cielo y la tierra para que le conmutaran la pena de muerte, como así fue. Por demás, casi todos, o todos, los amigos de Miguel estaban perseguidos o en la cárcel por aquellos horribles años. Menos Camilo José Cela y compañía. Miguel Hernández murió criminalmente olvidado pero de un famoso y poderoso cura de Orihuela, que en tiempos pasados había sido su mentor y tras la guerra llegó a ser obispo, porque no quiso retractarse de sus ideas y su obra publicada. Lo único que el cura consiguió del poeta bajo presiones sobre el futuro que le esperaba a Josefina Manresa fue que se casasen por la iglesia.
Los que en realidad nos estamos beneficiando de su obra no son solo los poetas, sino todos cuantos lectores nos acerquemos a él.
Saludos primaverales
Las palabras del pontanense Juan Rejano son textuales, creo que de un homenaje en Sudamérica de los varios que dio en memoria de Hernández. Entiendo que se refiere a los que él llama poetas adictos al régimen.
A tu sugerencia de buscar una calle para Lorca (¡Señores, ya va siendo hora!), añado Antonio Machado (así tendríamos el martirologio republicano).
Y anteriormente no mencioné a mi pariente Carlos Castellano. Imperdonable. Moreena, la de los roojos claveeles .. la de la verja floriida ..
Si es que ya estamos en primavera!
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