Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

miércoles, 7 de mayo de 2008

El vendedor de libros


El Pítrico era un hombre regordete y encorvado, casposo, más avejentado que viejo que vendía libros por las calles y en la plaza de Talbania. Nunca se supo su procedencia, de dónde venía o cuál era su lugar de origen, si Montalbán o La Rambla, Montilla o Écija, o si su deambular insólito y decimonónico arrancaba de otros pueblos o ciudades más grandes y lejanas. Por su aspecto y la materia de su venta, parecía venir de otros mundos, si acaso mágicos o desaparecidos, ajenos al devenir afanado bajo el calor de esta población a la orilla de un río casi seco.

Portaba su mercancía de escrituras en una valija que tenía más de morral que de maleta. Era de lona carcomida, deshilachada por algunos puntos. No se le veía bicicleta, ni gusi ni borrico con el que llegara al pueblo. Me dicen que en ocasiones lo vieron bajarse de la Catalana, pero también lo
vieron a través de los caminos del desierto en dirección a Santaella, ese pueblo solitario y místico que se recrea en la beatitud de sus campanas. Pero allá en Talbania se hizo famoso El Pítrico con la venta de libros usados y tebeos y revistas ilustradas ya pasadas de moda.

Algo
vendería el hombre cuando volvía con frecuencia y sin atenerse al ritmo regular de las estaciones. El principal artículo de su negocio era la traída de novelas por entregas, a las que tenía suscritas mujeres de talante hacendoso, cultivado y soñador. Por las mañanas, durante las horas en que estaban los puestos de mercado abiertos, exponía en el suelo de las baldosas, sobre un paño de color impreciso por las manchas, novelas del oeste, libros de santos, diversos números del Capitán Trueno o de Sissi y revistas mensuales de gran tamaño, cuyo nombre desapareció de la historia antes de la muerte del dictador. Por las tardes paseaba el pueblo de punta a punta, parándose en las esquinas y en la puerta de los bares, y discutía con algunos hombres que se hacían los interesantes el precio de algún libro de historia de España. El Pítrico lo valoraba como si se tratase de la mejor carga de melones o de un buen traje para lucir las fiestas de Navidad, pero el lugareño, desconfiado, lo sopesaba pareciéndole caro por eludir directamente su desinterés por el libro.

Un día el vendedor de libros sufrió el mayor de los desprecios. Un señorito mamarracho, famoso por sus agravios a jornaleros, criadas y taberneros, y famoso por el mal trato con los perros de la calle, con los utensilios del casino y con la devoción de sus hijas, al que la gente le reía las gracias más por ser bravuconadas insolentes que gracias originales, un día ese pueblerino, dueño de cortijo y casa solariega, siguiendo la norma salvaje de su proceder, pasó pisoteando los libros y revistas que El Pítrico tenía expuestos en una acera de la plaza. El labrantín soez, prepotente, pasó como si tal por encima de las escrituras encuadernadas, pisoteándolas, y haciéndolas a un lado con el ultraje de su bastón.

El vendedor de libros no pudo defenderse más que con la humildad de su palabra, porque aquel bicho grosero, como señorito adicto al régimen, estaba a salvo de cumplir la honestidad ciudadana. Pero la humillación pública hizo que el Pítrico despareciera para siempre del aire de Talbania.





Gusi: Modelo de motocicleta antigua.
Catalana: Autocar de línea.




18 comentarios:

miguelangel dijo...

Quién sabe. Quizá este prodigioso vendedor sigue recorriendo la geografía de nuestra tierra sin dejar casa sin visitar. Cuántas historias podría contar ese vendedor. Ni un día sin su sonrisa, su moral, su buena fe o su mala idea, escondida en forma de ironía, consiguiendo que se superen muchas frustraciones culturales, o que luzcan mejor las estanterías, entre otras cosas. Puede que lo suyo sea vocacional, aunque dudo mucho que trabaje de sol a sol vendiendo enciclopedias por las casas, porque según me han contado, a lo más que llega la comisión cada mes es a pagar la letra del coche.

Pero de sueños también se vive. Y seguro que nuestro amigo todas las mañanas llena su cartera de historias y palabras, mientras recuerda lo que una vez le contó alguien: que hubo un premio Nobel de literatura que así comenzó, fracasando como vendedor de enciclopedias, pero inundando años después el mundo con ejemplares de uno de los cuentos más hermosos que se han escrito.

Hermosa historia la que nos has traído

Salud, y libros

Prudencio Salces dijo...

Gracias, Miguel Ángel. Es posible que en Talbania el aire de los libros se parase, o desapareciese tras aquel acto despótico de Pescuezo contra el negocio del Pítrico, pero sé que en Montalbán y en toda la geografía rural de España, dulce y sedienta y ansiosa, los vendedores de libros y de enciclopedias no habéis dejado nunca de tocar a las casas con la buena nueva. ¿Puede llamarse así a la noticia de un nuevo libro para leer? Y si al menos se paga la letra del coche con ese quehacer, quiere decirse que antes se ha comido, o se ha soñado.

Sin embargo, fíjate tú hasta donde puede llegar mi enciclopédica ignorancia que no sé quién es ese Premio Nobel al que te refieres.

Pruden

miguelangel dijo...

Seguro que te sabes este comienzo de memoria:

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.."

Salud

Anónimo dijo...

...memorias de mis putas tristes...

Anónimo dijo...

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.."



<< Cien años de soledad >>, de García Márquez

Anónimo dijo...

Si que es bonito tu texto y triste, por lo que pasó entonces y por lo que puede hacer sentir a día de hoy. Lo digo por la familia del montalbeño al que aludes. Ese hombre murió en el 54 y sería como fuere, pero ya no está aquí. Creo que no es plato de buen gusto que le recuerden a uno que su familiar hizo o no hizo algo malo. Creo que sabrás por lo que lo digo. Salud,ISa

Prudencio Salces dijo...

Gracias, Isa M. Tienes razón. He rectificado en atención a tu observación porque, dice la voz popular, rectificar es de sabios, y, además, todos nuestros muertos merecen nuestro respeto. También pienso que no tenemos por qué arrastrar la culpa de los defectos de los demás. Pero la culpa es un sentimiento cristiano con el que cargamos todos. Aunque no se sea creyente.
Muchas gracias.

Anónimo dijo...

Que pases buen CUMPLE y unos buenos AÑOS.

Anónimo dijo...

Como ya te han dicho antes,me parece bonito el texto que escribes,pero me parece lamentable y de muy mal gusto que lo utilices para insultar y ridiculizar a una persona,que a ti no te a echo nada,evidentemente,murio hace 54 años.No voy a decir yo que lo que hizo estubo bien,por supuesto que no me parece un comportamiento hacertado pero limitate a narrar lo que sucedido y a dar tu opinion sobre ello,no a lanzar la andanada de descalificaciones que escribes.No se trata de cargar con la culpa de los demas,como veo que pones en tu rectificacion,se trata de la ofensa que se te hace al insultar,a traves de un medio como este,a un familiar tuyo que murio hace ya tantos años

Anónimo dijo...

Precisamente en un medio como este es donde se tiene que ser todo lo libre que se quiera para decir lo que se le venga en gana. Tú lo estás haciendo con tu comentario, ofendiendo a quien pertenece este blog (y a muchos de sus lectores) que no te priva de libertad para expresarte. Y al que le parezca mal que no entre.
Por cierto, podías corregir:
-a echo por ha hecho
-estubo por estuvo
-hacertado por acertado
-y varias tildes que no soy quién para rectificar, pedro j.
Marga

Anónimo dijo...

en modo alguno la libertad de expresión puede amparar los insultos y sobre todo cuando se refiere a una persona fallecida , pues , ¿ acaso tiene posibilidad de réplica ? ; estamos en una sociedad en la que periodistas y escritores piensan que todo vale , amparándose en la libertad de expresión . Y no es así , se debe informar sobre hechos , no emitir opiniones personales ofensivas ; en cuanto que en lugar de libertad de expresión sería libertad de ofensa .
El autor de dicho escrito ¿ se ha parado a pensar acerca del comportamiento de su propia familia ?

Anónimo dijo...

Sr. Prudencio , ¿dónde consta la rectificación a la que hace referencia ?

Anónimo dijo...

Basta ya! Este blog expone textos tan interesantes y reflexivos que no merece la pena pararse a discutir entre los lectores. No creo que tenga cabida insultos ni reproches en este espacio. ¿O es que sobra el tiempo y hay que dedicarlo a fastidira a los demás?

Prudencio Salces dijo...

Recuerdo un pensamiento de Cioran que decía que lo que no es defendible no merece la pena defenderlo. Por mi parte, y pese a que lo escribí yo, pienso que “El vendedor de libros” se defiende más bien que mal por sí sola como crónica sentimental emanada de la memoria popular y que sólo pretende recrear una situación lamentable para la venta de libros en un periodo ya pasado, pero cierto, de nuestra historia reciente. Atacarle al autor, es decir a mi, por descalificaciones sobre la barbarie habida creo que es gana de confundir al personal. Pero sus razones tendrá quien lo haga.

Lamento que Pedro J. se dé por aludido, en sus antecedentes sin duda, ya que a él ni le conozco ni lo menciono. Esta crónica simplemente refleja, o trata de reflejar, un escaso detalle del respeto que los poderosos han manifestado, por lo general, con los libros. Ahí no se menciona a nadie en concreto: se perfila un personaje en contraposición al quehacer del Pítrico. Simplemente se denuncia una actitud soberbia que un servidor supo por el decir de mis coetáneos. Y contra la que estoy hondamente en desacuerdo.

Casualmente, en torno al día que se publicó esta croniquita, la prensa española recordó, no sin amargura, el magno suceso de la quema de libros indeseables y peligrosos en varias ciudades alemanas por los nazis. Mucho antes que el Tercer Reich, y también después, otros estados han practicado la cremación de libros como defensa de su razón de ser. ¿Cómo se llama esa cosa?

Muchas gracias a todos por vuestra participación. De verdad.

Ana Estepa dijo...

Cuando un suceso determinado pasa a formar parte de la memoria de un pueblo, las personas implicadas en el suceso en cuestión dejan de ser personas con nombres y apellidos, para convertirse en personajes de una historia.
Suele sucededer, que cuando una historia pasa de boca en boca, tienen parte de verdad y parte de fantasía, ya que cada narrador de turno suele poner su parte en el relato.

En este texto, no creo que el autor tenga interés alguno en insultar o en desprestigiar a nadie, simplemente narra una historia que forma parte de la memoria de su pueblo y la transcribe como tal y como le llega, aunque la exprese tal y como la percibe.

Por otro lado, puedo llegar a entender el malestar de la familia del señor este al que aquí se alude, pero por otro lado, si las cosas sucedieron así, el único que se desprestigia es el causante del mal, que por muy muerto que esté, su actuación fue y es indefendible.

Anónimo dijo...

¡De puta madre, Ana Estepa!

Pruden: cuídate, pero que no te corten.

Victorio dijo...

Hola a tod@s. Veo que anda esto algo revuelto... aludid@s por una historieta de las tantas que se vivieron en unos años donde una mayoría de la población sufrió muchas más cosas, y más desagradables que las que nos cuenta el estimado poeta.

No sé porqué se molestan, la historia está hecha de muertos y muertas... O acaso vamos a no poder decir lo que tod@s sabemos aunque a algun@s no les guste oírlas... y por lo que veo ni leerlas.

En nuestro pueblo, ciertos señores, que por cierto también que tienen nombres y apellidos hicieron muchas atrocidades contra sus prójimos, no solo era la prepotencia de pisar libros o cortar la soga a todo cuadrúpedo que se encontraba atado a la ventana o a la manilla.

Por desgracia, la mayoría de estas tristes y lamentables fechorías no están escritas, quedan en nuestras memorias, y claro ha nadie le gustará que su apellido o su antecesor esté entre quienes fueron autores de tal o cual... Pero esto no es motivo para sentirse ofendid@.

Ofendid@ sería si no fuese verdad lo que se escriba, y este caso el de este labrantín, aunque os sea algo molesto, creo que refleja la contrastada historia que he oído contar a mis abuelos y otros familiares. Y si Prudencio hubiese escrito la historia del balcón de la casa del tal, donde ya habló el Obispón... (cosa que animo al poeta) seguramente alguien se molestaría también.

Hay historias que no se deben olvidar, considero que deberían de quedar escritas, y a la vez que sean contrastadas por quienes aún viven y pasean por las calles de Talbania. Esa es la verdadera historia, la misma que inicia esta bitácora, la misma que aún está por escribir,y la misma que estoy deseoso de poder leerla, y ojalá pudiera escribir.

Gracias Pariente.

Salú.
Victorio

Anónimo dijo...

soy medio anafabeto y munchas cosas no la entiendonise co boy a escribi esto pero ami corta luses kisiera q me esprike ami y a todo es mundos per ke es papa pide perdo por todos los kimenes q iso las igrecia y los americonos no los pide siedos los acesinos mas gande de las istorias ylos mas hijos de puta mafioso ladrones y gusanos ratraros es q no me entra en la cabaza y aguno memos inoeantes no seda cueta