Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Continuación




Como quiera que los poemas de El Mesto de Las Rosas se presentan por años a partir de 1951 hasta 1996 en la primera edición, la estructura en esta segunda edición sigue el mismo criterio, continuando en 1997. Como muestra de la ampliación realizada ofrezco a mis escasos pero fieles lectores el fragmento correspondiente a ese año.




(1997)


Una columna rota, una cueva sin techo, un poste con desiguales muros de tarugo pudriéndose por dentro, un bloque si en ruinas que iracundo parece que subleva su muerte desde el suelo a los hombres, la forma de un gran falo hueco y tronzado de luz, el cipote de un fauno subterráneo, la polla de la tierra, el símbolo de Príapo sin músculo que quisiera ofendernos la conciencia, insultarnos la hombría con un corte de mangas, maldecirnos, tres metros de badajo boca arriba, sin cabeza, y otros cinco el grosor de la circunferencia negra, vibrante y enervante, eso es lo que ha quedado de aquel tronco a la vista.

Qué triste la tristeza de este tronco, tronchado por su cruz por la desidia y el virus terminal de la vejez,

el tronco de este árbol que fue amado,

que entre cinco chiquillos no abrazábamos. Esto es así de cierto y abatido.

Leñadores mecánicos lleváronse madera aprovechable en diez camiones. Cinco días de hermoso crepitar si bíblico duraron las candelas de las ramas tan recias. Hogueras saludables conformando el olvido. Tres humildes obreros, con sueldos municipales y un roe que roe lento en la tarea, con motosierra y hachas y jocinos trocearon la leña, los durísimos brazos del árbol milenario allá en el suelo, y obtuvieron al fin cuarenta y cinco sacos de picón y brasa buena.

Eso fue así de amor tras la caída.

El campo quedó limpio, más vacío que nunca, más grande a la mirada del nostálgico, pues desaparecido lo que fue aquel Mesto, un estertor de cólera profunda hacía más enanos los olivos, mientras que la emoción absurda de la melancolía se adueñaba de un nuevo territorio.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué triste los que no entendieron al Mesto más que como un estorbo en su terreno.
Salud y gracias por dar aliento a tus lectores.

Anónimo dijo...

Emocina saber que los mestos son como los libros inacabados. Enhorabuna por tu otra publicación. Suerte con ella, pocos ya son los que no puedan opinar que eres un hondo, sincero y buen poeta.