Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

domingo, 17 de enero de 2010

RESURRECTO. IV




Sí, pienso que apenas pueda sentarme ante una mesa con un tocho de cuartillas lo más saludable para mi espíritu será escribir mi autobiografía. No la novelita autobiográfica que titulé La tragedia de Calisto que dejé inconclusa, porque aquel manierismo adobado de corral y sexo y sacristía me asfixiaba un poco y de ahí pasé a lo que mis amigos llamaron “la cárcel del soneto”. Como si ese signo represivo me estuviera destinado de por vida, y sin cualificar que para mí esa estrofa cerrada es la virtud de mi genio más libre. Tal vez Juan Ramón Jiménez sí se diera cuenta, cuando aun si conocerme del todo dijo de mis sonetos lo que dijo. Pues bien, superaré todas las cárceles, las reales y las que imponen las normas de la ficción, para estimular también el caudal de mi memoria como los medicamentos me alivian y recuperan los pulmones, porque comenzar con la poesía de nuevo podrá hacerme volver a la fiebre, a los dolores de cabeza y al desamparo que desquician mis nervios, y habrá que dosificar las energías según las vaya recuperando. Pues la poesía que hice hasta ahora no puedo dejar de mejorarla con la clarividencia y la plenitud vital que alcance un día.



Cuando pueda escribir poesía será para seguir creciendo, como he crecido después de haber escrito El hombre acecha, que se quedó sin encuadernar los días del descalabro y de la huida. Pero no importa. Ya habrá ocasión de hacerlo público, si eso valiera la pena ahora. Lo que sí daré a la imprenta, y se sorprenderá más de uno de los que dicen que sólo sé hacer poesía de guerra, poesía política, o poesía encorsetada en la añeja fisonomía de la españolidad, son las muchas poesías y canciones que he redactado en mis presidios. Las que guarda Josefina celosamente. No ha sido mi salvación esa poesía amorosa y elegíaca que he escrito después de la guerra, en la cárcel, sino que en realidad lo será la medicina. La medicina y el amor de Josefina y mi amor por mi hijo será lo que vuelva a darme vida, pero será el mejor ejemplo que yo, como poeta, pueda dar al mundo de los hombres. Derrotado, pero cantando y escribiendo con un dominio que en ocasiones me parecía superior a mí mismo. Ese será mi mejor legado. Llamaré a esas poesías Cancionero y romancero de ausencias. Sí, y ahí verá más de uno que Miguel Hernández no se aflojó los ánimos ni abandonó el espíritu creativo por más encerrado que estuviera y más torturas que me hayan infligido.



Y el teatro tampoco lo olvidaré. Sé que mis mejores obras no han sido afortunadas, o no lo son del todo buenas; sé que la mayoría de los dramas los escribí a impulsos de la necesidad beligerante, pero eso no quiere decir que ahí vaya a quedar la cosa, pues sé de teatro lo suficiente como para que no me falte imaginación y voluntad para encontrar los temas y los enfoques acordes con la época. Lenguaje no me falta, y tengo también la cualidad de la palabra más cálida y vertebradota para entusiasmar y levantar aplausos. Entusiasmar y levantar aplausos con las palabras más bellas y precisas, ese es uno de los dones de los grades dramaturgos. Lo sé. Sólo que habré de escribir sin la presión de las bombas y del hambre. Bueno, del hambre ya se verá. Por lo menos espero que libre del enemigo que me quiera quitar la casa. Pero volveré al teatro como un resucitado.



Ahora que lo pienso, ahora que estoy mejorando un poco, escribiré también mucho sobre de Ramón Sijé, como dejé dicho en mi alocución en el homenaje que Orihuela le rindió tras su muerte. Porque la memoria de Pepito, inexorablemente, ha de ser pareja de mis recuerdos mejores, y si no los mejores, los más verdaderos. Por nuestra singular amistad disfruté no sólo de su talento, sino que también del amor de los suyos, y después, por nuestra confrontación amistosa yo realicé mi particular modo de vivir, de pensar y de escribir. Así que en mi autobiografía, él será parte congénita y sustancial, enraizada y elevada como él pensaba de sí mismo.


Ramón Sijé


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