Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

lunes, 15 de marzo de 2010

El oficio «picaro» del poeta-pobre


Cuando en 1992 leí toda la Correspondencia que publicó Espasa Calpe en su Obra Completa, más de diez veces sentí esa sensación de vergüenza ajena por las reiteradas quejas y peticiones descaradas que en ella vertió Miguel Hernández. Uno lo conocía de origen humilde, pero no tan quejita ni pedigüeño con sus amigos hasta el punto de parecerme su actitud impropia de un hombre que se estaba labrando su propia imagen en el difícil oficio de poeta. Sinceramente, consideraba de baja moralidad su actitud abusadora de llantinas con la mano extendida para pedir dinero y toda clase de ayudas. Aquella ingenuidad me producía repulsión ante el mejor poeta clásico del siglo XX en España.


Se estaba labrando su propia imagen, acabo de decir, y al parecer de su último biógrafo, el profesor Eutimio Martín en este libro ejemplar que se titula El oficio de poeta (Editorial Aguilar, febrero de 2010) esa era ni más ni menos su propuesta desde antes de llegar a Madrid por primera vez: ejercer de pastor y pobre para destacar como poeta diferencial, y ganase así la admiración de los intelectuales de Madrid, como en cierta medida ocurrió. Sabía mentir como buen descendiente de la raza gitana que presumía ser. Copio del mencionado libro el siguiente exergo:

Nuestro poeta no quedaba nunca fácilmente satisfecho. Si siquiera cuando conoció una época de relativo desahogo económico al servicio de José María de Cossío. En carta a Juan Guerrero Ruiz (junio de 1935) se queja: «Gano muy poco: 40 duros mensuales». Era el sueldo normal y corriente de cualquier empleado. Y además, Cossío no le pagaba 40, sino 50 duros mensuales.

Son numerosísimos los ejemplos de miseria personal que voluntariamente Miguel Hernández prodigó en sus cartas, sobre todo aumentando el tomo de pobreza familiar que no siempre se correspondía con la realidad. Todas esas argucias de «pícaro», como lo califica Enrique Délano, no fueron producto de un ser candoroso, sino más bien que su carácter era de campesino sencillo y socarrón, pero no ingenuo.

Bien vestido y con pajarita, como lo adecentaba su hermana Elvira

Tal vez a partir del sentimentalismo expresado por sus posteriores biógrafos y estudiosos de su obra, la imagen de Miguel Hernández se nos ha presentado siempre como la de un pobretico que andaba con las alpargatas rotas. Yo mismo caí en la trampa no hace mucho, en este mismo lugar, al citar de una carta a Federico en la que le contaba de la desdicha de la casa paterna; es tanta la pobreza, le decía Miguel a Lorca, que los padres se salen al callejón a reanudarse las noches más empinadas.

Y digo que caí en la trampa de la compasión porque una vez que visité la casa de la que habla (ahora convertida en Museo) pude comprobar que, si bien humilde, contaba con tres dormitorios y uno de los cuales era el de los padres; en los otros dos, dormían por separado las hermanas y él con su hermano Vicente.

Y afirma Eutimio Martín, con no oculta rabia y fina ironía, en el capítulo segundo del citado libro:

El look de pastor-poeta fue pregonado y exhibido por Miguel Hernández con tan rara habilidad propagandística para granjearse la atención de cuantos le rodeaban. Tenía garantizado el efecto para desesperación de Lorca, quien, al ver que le arrebataba el vedetismo en las tertulias, llegó a cogerle una tirria feroz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Perdona que te contradiga: una casa de tres habitaciones para una familia de siete hijos ( tres hijas murieron en la infancia, pero hasta que murieron estaban ahí)y de ochenta cabras ( hay que guardar en el interior todos los cubos para la leche y los instrumentos necesarios para el cuidado de las mismas)no es el Palacio Real, precisamente. Te recomiendo dos blogs donde se aclara mucho la cosa, sobre todo en lo referente al modo capcioso y tergiversador de escribir de Eutimio Martin:

Blog de Blanca Andreu
Blanca Andreu Blog

En cuanto a las cartas: cómo se ve que no has sido pobre nunca.Cuando se necesita imperiosamente, el orgullo no sirve de nada. No hay vergüenza en pedir a los amigos. Lo vergonzoso es no dar.

Enrique Suarez Melgarejo