Instrucciones para llorar, de Julio Cortázar
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Historias de Cronopios y de Famas. 1962
Este perverso pero sensato consejo de Julio (pienso que no hay más Julio que Cortázar en la literatura recién habida, que no pasada) y bajo las presiones y tensiones y previsiones injustas que la Justicia española se trae de calle, me ha llevado a pensar en aquella famosa máxima de Fígaro, el desafortunado Larra, cuando aseveró que escribir en España es llorar. Había pues que haberle aplicado a don Mariano José la consideración de Julio para que el llanto de los madrileños no llegase al Manzanares.
Hoy día, sin embargo, escribir en España más parece una diversión desangelada que el fatalismo deciochesco ante el absolutismo del Deseado. Hoy día, bajo la altura bobalicona y paternalista y sospechosa del rey de las comunidades españolas, pero más aún: bajo la tutela sospechosísima y tendenciosa del poder judicial, del Tribunal Supremo, más que el asunto de escribir lo que es harto peliagudo y clamado suicidio ante la Inquisición, es defender causas perdidas, como los crímenes cometidos en una guerra y posguerra que postuló desde el inicio y perpetró a continuación un genocidio en toda regla.
Y ahora, nosotros, los de entonces, los de siempre, los malditos perdedores, los guerravilististas antidemocráticos (PP dixit) volvemos perplejos a las puertas de los tribunales de España a concentrarnos y protestar contra algo que se nos viene encima: el retorno a la arbitrariedad política por mor de la Justicia.
Una vez más, hemos de echar mano de la viñeta de El Roto para que exprese lo que desangeladamente queremos llorar, es decir escribir.
1 comentario:
pos sólo tienes parte de razón. la cantidad de libros que se están escribiendo sobre el tema de la guerra civil... incluyendo barbaridades ahistóricas como lo de pio moa, se vende demasiado bien. Yo no sé cuántos se están llenando los bolsillos a costa de la guerra. Pero sin duda, detras de cada libro hay un empresario haciendo cuentas.
Siempre gana la banca que, apoya a ambos partidos y se parte de risa mientras nosotros discutimos y ellos se llenan los bolsillos.
Yo me contento con aprender a reir. Incluso en situaciones tristes, porque la risa, nos salva de parecer animales y nos convierte un poquito en personas.
Cortázar... lo que hace con sus instrucciones para aprender a llorar es obligarnos a sonreir un poquito, a ser un poquito felices.
. Juzguemonos a nosotros mismos y a ver cuántos concluímos que "es cierto, he cometido un delito... pero ya ha prescrito"
por cierto, uno de los mejores chistes que he oido en la tele ultimamente.
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