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martes, 3 de mayo de 2011

Mayo en El labrador de más aire de Miguel Hernández




Esta es una más de las obras de teatro fallidas que escribió Miguel Hernández. Tenía las claves de la estructura pero no atinó con los temas siempre, ni con los personajes ni el lenguaje que los tiempos modernos en que ya se vivían y otros autores (Valle-Inclán, Alejandro Casona, Federico García Lorca) explotaban con éxito.

¡Cuánto talento para alcanzar la belleza desperdiciada!

Miguel Hernández escribió El labrador de más aire en 1936, se publicó al año siguiente pero no fue representada entonces como él quería. Su deseo era participar en la vida cultural de la República con un drama rural de amor y lucha social, pero, mantienen los entendidos, Miguel está, aún, demasiado atrapado por la influencia y el gusto de un clasicismo lejano, tan remoto en sus planteamientos técnicos y estéticos como lo fue Lope de Vega, autor sobre el que Miguel Hernández hasta había impartido años antes una conferencia en la Universidad Popular de Cartagena.

Así como en poesía supo limpiarse pronto y fácil y provechosamente el lastre de su formación católico-rural, no consiguió lo mismo con el arte de Talía, no lo purgó del lirismo costumbrista, anticuado y facilón. Mas si El labrador de más aire no es una obra conseguida, la autenticidad y la emoción de la poesía hernandiana no habría de faltarle. Y a ello vamos.

Sin detenernos a desmigajar la trama de rebeldía rural en que se basa El labrador de más aire, sin traer a colación lo manido de sus personajes en cuyas maneras tópicas de expresarse la belleza alcanzada por el lenguaje poético se pierde sin remisión, destacamos solamente un factor argumental de la obra: el mes de mayo. Esta canción de amor doliente que aparece ya en el Acto Primero, resumante de erotismo, y que exclama a solas la intérprete:





ENCARNACIÓN



Pocas flores, mayo,
diste a mi vergel:
la del amormío
falta entre el clavel
y la malvarrosa
que te prepararé.
Nunca te llegaras
florido a mis pies,
que me desvanezco
desde que te hallé
por unas pestañas
de color de pez,
por unas mejillas
y por una piel,
que no se me borran
del pensar ni el ver.
Me crecen los pechos
bajo el aire de él,
me duele la vida
de tanto querer,
se me cae la lengua
cubierta de sed.
¡Cómo le diría
y no le diré:
besando tu boca
las horas me den!
Bésame a la una,
las dos y las tres,
bésame a las cuatro,
las cinco y las seis,
bésame en el tiempo
que tardan en ser
las siete y las ocho,
las nueve y las diez.
Las once y las doce
las oiga caer
al son de tus besos,
relojes de miel.

Pocas flores, mayo,
diste a mi vergel:
¡la del amormío
no va a florecer!


Enamorada de su primo e ignorada por él, Encarnación vuelve a exponer el desgarro amoroso, ahora en un cántico a la virilidad, antes las amigas. Es con todo un poema compuesto en tres décimas hermosamente y propiamente digno del Hernández de cada época, en el que alguno estudiosos aprecian las referencias míticas del «El niño yuntero» atrapado simbólicamente entre la tierra y la novia.


BLASA

¿Cómo te ha dado ese amor?

ENCARNACIÓN

No sé ni el cómo ni el cuándo:
sé que me hallé suspirando
un día a su alrededor.
Sé que le vi en la labor
un día de primavera:
labraba de igual manera
con el arado el barbecho
y con el vigor del pecho
el lienzo de su pechera.
La tierra que removía
con la reja y con la yunta
se alzaba de punta a punta
ruidosamente sombría.
La tierra se descubría
y abría su espesa rosa,
y al preparar una fosa
para la lluvia y la mies
le tiraba de los pies
como una novia celosa.
Le llamé a mi lado, y vino,
y palideció mi cara
como la flor de la jara
junto a la flor del espino.
Su aire alborotó un molino
como un fuerte ventarrón,
y ante el airoso empujón,
en la llanura desierta
sentí cerrarse una puerta
y abrirse mi corazón.



En el Cuadro Segundo del todavía Acto Primero, el tema de referencia, el mes de mayo, explosiona en la plaza mediante coros musicales de vitalidad sensorial y pictórica.


MOZOS

Lo mismo que un olivo
con una encina
me juntaré contigo,
morena mía.
¡Mayo de olor,
me mueven en tus aires
vientos de amor!

MOZAS

Como la madreselva,
florezco en mayo,
y me crecen los ojos
como los ramos.
¡Mayo de pan,
cómo me altera el aire
de mi galán!

MOZOS

Por mirarte a los ojos
estoy perdido,
que ni duermo ni labro
ni hago otro oficio.
¡Mayo de mieles,
no mirarla un momento
me da la muerte!

MOZAS

Una flecha de avena
me has disparado,
y me venzo de amores
sobre un costado.
¡Mayo de nidos,
una flecha de avena
me ha malherido!

En la nota al pie de estas canciones se lee:
«Los Mozos y Mozas intervienen cantando unas mayas (cantos de las fiestas de mayo), que con frecuencia constituían intermedios líricos en el teatro áureo.»


En medio de esa francachela ritual, propia de romerías primaverales que exaltan la presencia exuberante de la Naturaleza, su incitación a los sentidos y a la sangre por el logro del amor, surge el siguiente monólogo descriptivo de las virtudes y dones del mes de mayo en el campo. Juan Manuel Serrat, en el primer disco dedicado por entero a Miguel Hernández, se valió de esta preciosidad de romance y así lo popularizó con su música.


QUINTÍN

Por fin trajo el verde mayo
correhuelas y albahacas
a la entrada de la aldea
y al umbral de las ventanas.
Al verlo venir se han puesto
cintas de amor las guitarras,
celos de amor las clavijas,
las cuerdas lazos de rabia,
y relinchan impacientes
por salir de serenata.
En los templados establos,
donde el amor huele a paja,
a honrado estiércol y a leche,
hay un estruendo de vacas
que se enamoran a solas
y a solas rumian y braman.
Los toros de las dehesas
las oyen dentro del agua
y hunden con ira en la arena
sus enamoradas astas.
Remudan los claros ciervos
su cornamenta arbolada
igual que un ramo de rayos
y una visión de navajas.
La cabra cambia de pelo,
cambia la oveja de lana,
cambia de color el lobo
y de raíces la grama.
Son otras las intenciones
y son otras las palabras
en la frente y en la lengua
de la juventud temprana.
Los celosos chivos pierden
entre sus dientes sus barbas:
se rinden a cabezazos,
se embisten y se maltratan,
y en medio de los ganados
mueven, lo mismo que espadas
rabiosas y deseosas,
lenguas amantes y patas.
Van los asnos suspirando
reciamente por las asnas.
Con luna y aves, las noches
son vidrio de puro claras;
las tardes, de puro verdes,
de puro azul, esmeraldas;
plata pura las auroras
parecen de puro blancas,
y las mañanas son miel
de puro y puro doradas.
Campea mayo amoroso;
el amor ronda majadas,
ronda establos y pastores,
ronda puertas, ronda camas,
ronda mozas en el baile
y en el aire ronda faldas...



Y tras el explayamiento de la emoción verdadera por parte del personaje Quintín, siguen los coros mayiles en singular “enfrentamiento” entre mozos y mozas, piropeándose entre sí graciosamente, resaltando los méritos físicos de cada cual como en un cortejo y regocijo galante anterior a la unión amorosa.


MOZOS

De uno en uno nacemos,
lo quiere Dios,
para que nos queramos
de dos en dos.
¡Mayo de espigas,
de dos en dos mis labios
la besarían!

MOZAS

De dos en dos mis ojos
te van mirando,
y de dos en dos se abren
a ti mis brazos.
¡Mayo de flores,
me aguardan en sus labios
dos ruiseñores!

MOZOS

Tienes, como la almendra
de los almendros,
morenas las mejillas
y blanco el pecho.
¡Mayo de lana,
su pecho y sus mejillas
para mis ansias!

MOZAS

Altos tienes los brazos
como los chopos,
y relucen sus hojas
como tus ojos.
¡Mayo de abejas,
sus ojos y sus brazos
me bambolean!


NOTA FINAL: Viene a cuento esta larga presencia hernandiana de mayo para festejar un aniversario que mientras tanto se cumple. Yo me celebro y yo me canto, que pronunció Walt Whitman. Vale

2 comentarios:

Talbanés dijo...

Que bonito es el romancillo de mayo, el Miguel Hernández más alegre, más campechano, más de pueblo se vislumbra en esos versos octosílabos y además Serrat supo ponerle la música perfecta. Un saludo amigo Pruden, enhorabuena por esta estupenda entrada.

Prudencio Salces dijo...

Claro, Andrius, si es que de Miguel lo que más se ha explotado siempre ha sido su poesía más dramática, tal vez por correspondencia con su desgraciada vida y su trágica muerte, pero el hombre, mirándole todos los bolsillos, hizo de todo lo imposible en poesía, hasta escatológica con descaro y fufbolera con alegría. ¡Figúrate que hasta cantó las "Ascención de la escoba" antes de que se inventara la fregona!