Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

jueves, 23 de junio de 2011

Segunda entrega del cuento corto




El enfermo se acerca a mí y de lejos tiene buen semblante, ánimo conciliador y dice algo que me halaga. Como yo no lo creo y mi actitud se mantiene distante, al enfermo se le transforma la cara, el gesto se le muda triste y las palabras son otras bien distintas. Sus palabras expresan desesperación. Hace esfuerzos loables de contrición para que le crea y lo admita de nuevo, pero yo entonces me vuelvo furioso y quisiera restregarle todo el daño que me hizo.

El enfermo se agarra al último clavo de la piedad; no en balde, desde hace unos meses la gente lo ve ir a misa y me han dicho que hasta se comulga. Ambos nos meamos en los rosarios de nuestras abuelas y en los zaguanes de las iglesias y no estábamos borrachos. Pero debe ser así de terrorífico el miedo a la muerte para algunas personas de según qué calibre moral. El enfermo me asegura, con los ojos aspaventados, que su enfermedad es irreversible y pide mi comprensión.

El caso es que me traicionó con el sarcasmo, con la infamia y con el desprecio público cuando yo entablé relaciones con Manuela. Ese fue su resquemor y sus motivos para ridiculizarme ante ella. Como colofón de sus insultos, los cuales eludo para que el lector no se incomode conmigo mismo, dijo altisonante y soberbio que yo no tenía sombrero, que mis ideas vagaban a la deriva. Y no estábamos borrachos.

El enfermo creía en mí hasta el punto de arriesgar su honestidad contándome sus cuitas. Odiaba a su mujer y me lo decía tan campante, como buscando en mí la complicidad de su fracaso amoroso. En ese punto, yo no le hacía caso, pero confiaba seriamente en él, sabía algunas de mis intimidades y casi todos mis vicios, por eso ahora, cuando lo sueño, me resulta imposible salvarle la vida.

Demostró que me odiaba pese a todo, me lo tuvo guardado con encono hasta aquel día, delante de Manuela, eso es lo único que le espeté al enfermo. Por eso, en el próximo sueño que aparezca, supongo que ya habrá muerto.

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