Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

jueves, 3 de noviembre de 2011

Viento de la media luna




La media luna de octubre, sin motivo aparente, se enfurruñó con el Pueblo de Bujeo y encarabanada en un viento bruto invadió de media noche las calles abiertas del Pueblo de Bujeo.

            Talbania dormía impávida, al oír el galopeo oscuro del viento calle arriba y calle abajo, comenzó a cerrar ventanas para que el viento gordo no urdiera la inquietud de las gentes del Pueblo de Bujeo.

            En tanto que Montalbán y que La Rambla contemplaban la media luna de octubre, se vieron zarandeas por los brazos del viento negro que entró de golpe atroz en el Pueblo de Bujeo.

            La luna a medio hacer trajo el viento y su sed al Pueblo de Bujeo a media noche, émulo de un galopar de miedo de caballos sin dueño, el viento correteaba los tejados en sombra del Pueblo de Bujeo, derribaba pasquines y azulejos sueltos, tumbó contenedores de basura y acojonó cornisas de colores.

            Las gentes de Talbania, sencillas en su hacer, se atormentaron sin decir palabra contra la media luna y soñaron temiendo que ese viento del norte, con su temperamento airado, su carácter sin orden, con su cuerpo invisible, no traería la lluvia sobre el páramo ardido del Pueblo de Bujeo.

            En Montalbán sintieron las veletas romperse por los manotazos que, incesantes contra los trabajados hierros, pegaba el viento fuerte avasallando la orientación hacia la paz del Pueblo de Bujeo.

            Amaneció en Talbania y el viento del Pueblo de Bujeo continuaba dueño de Montalbán de Córdoba, danzo coces veloces en persianas, latigazos crujiendo en los tejados, incordiando chiquillos sin colegio, derribando los puestos del mercadillo, donde bragas y cajas y camisas sin cuerpo y sin paciencia, huían por las calles desiertas y a los campos resecos del Pueblo de Bujeo.

            De locura arrugada, las parras de los patios del Pueblo de Bujeo derribaban sus hojas ya sin nervio sobre rincones pardos, igual que acobardadas se morían huyendo.

            Todo porque la media luna de octubre, sin gracia y embrujada, se exacerbó de luces contrariadas y mantuvo durante días nones el viento embrutecido sobre la sequedad de los olivos y las tierras sedientas del Pueblo de Bujeo.

Las gentes del Pueblo de Bujeo, de Talbania, de Montalbán, y hasta en La Rambla Limosa, clamaban en las tabernas enclaustras por la invasión del polvo achicharrado, que el viento terral arrastraba insepulto sobre las soledades de barbechos, sobre el añil del medio día fúlgido, sobre los olivares a la espera. El viento que encabritó la media luna loca de octubre con la embriaguez de su sequía incómoda, temática, indómita.

Pero llegó noviembre, con media luna humilde, creciente y pastelosa, y a rachas como dosis de clamor, la lluvia juguetea algunos días por las calles calmosas del Pueblo de Bujeo.

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