Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Memorial de dolencias del año en que perdí otra vez, pero hallé una respuesta y vino otra noticia



Me duele el viento vacío que agita los deseos, la consistencia de la paz sin flores, la hermosura del árbol que se basta solo y sigue y continúa alzándose sobre las alharacas de la primavera

Me dueles tú, abandonada de la ocurrencia mía, presa de los dolores y de la soledad que exige convivir sin ansia y sin deseo de amar ni ser amada, lágrima y corazón de lágrimas que nadie te acaricia

Me duele el día nuevo que trae el arco iris y la lluvia de abril como una ofrenda, la exquisitez que endulza los sentidos me duele en el sentido del orgullo, porque nada comparto con el vuelo de un pájaro, porque nada nos pertenece ya sino la sombra de mirarnos extraños, ajenos al principio, reos de la continuidad que lleva al fin

Me duele la belleza impúdica, desnuda, de la nieve, porque te envuelve sin pedir permiso con su caricia tonta y al tomarla se evapora en sonrisa nomepillas, meapilas la desnudez cálida de la nieve, simple calienta pollas por estos derroteros de secano

Me duele la ilusión que pongo en cada nube si octubre se arrepiente de cruzar el camino que conduce a la espera prevenida, abonada la tierra para el acto de la fecundación, roturados mis ojos de mirar que las nubes, sus formas como sueños infantiles, se alejan como trenes

Un puente es un hombre cruzando un puente, al decir de Cortázar, si al otro lado está su patrimonio abierto, sin alambres de púas o rojos los semáforos de noche, si puede oler la hierba en la ladera y acariciar el parque donde juegan sus hijos sin temor al futuro, me duele el terminar del puente

Me duele al mediodía tanta luz inservible, tanto muro de sol, tanta intangible armonía

Me duele al otro lado de las vísceras las muchachas vendidas por sus padres, por la pobre avaricia de sus padres, y además sin zapatos en la umbría 


Me duele este niño hambriento que se busca la vida en la basura de las grandes ciudades: Nueva York, Barcelona, Berlín; Moscú sin una mano en la mirada

La impúdica sonrisa del corrupto, del político insano, que se llena el despacho y la cartera de aplausos democráticos a través de las urnas y las televisiones, eso me duele más entre las sienes de lenta juventud preconcebida

Que el hombre y la mujer de fe digan que no los liguen con la Iglesia, ¿acaso no es dolor el contubernio de las fatalidades, sus siglos como vómitos?

Hoy me quiero morir más que otros días porque me duele de verdad mi estancia, mi presencia en la punta de la melancolía, mi existencia sin ángulos

Duele la posibilidad de que en París, un jueves con aguacero sordo, muera César Vallejo de un tirón de orejas, de una patada en el culo, de otro puñal clavándole pronombres, y que el capitalismo no se caiga entonces, y yo no estaré allí, eso duele en la frente de cualquier calendario del siglo veintiuno

No hay árboles, ni sombra en consecuencia, para mear a gusto por la siesta junto al ángel proscrito, mearnos de verdad como una lava sobre las cabelleras de los bancos y banqueras. Eso no dolería tanto, pero me duele el páramo y la Guardia Civil que impide terminar de mear cabe a la carretera

Me duele la vergüenza que me produce ser el dueño de mi nombre por las cosas que hago sin vivirlas, matándole la risa y la ilusión al sauce de mis días, ciprés enamorado, la tristeza que es mía pero que brota en ella, que se manantializa en lágrimas

Me duele este cansancio de raíz emergente sin destino

Me duele otra vez más si abro la calle, si salgo a las virutas de las grandes mentiras, las infamias de reyes, presidentes, obispos y banqueros con sus putas entrañas. Me duele España entera, este conglomerado de América palúdica, de Europa despreciada, de Asia prostituida, de la desolación que regurgita en África, la pólvora perdida del marxismo

No sé qué más me duele, pero sé que me duele aquí, sé que me duele

Me duele y acongoja tantos siglos después la Tierra y sus mareas, sus grandes cordilleras y sus bosques, esta depredación sin cortapisas que otros siglos más tarde apagará el semblante de toda arquitectura, sus estilos más pródigos, en las bellas ciudades donde las esculturas rodarán sin alma ni fiel que las contemple

Esta miseria larga de mi mente, la pulsión genital del músculo insaciable, me duele a rachas ciertas, me duele porque vendo mi estampa y mi estatura de ser ante cualquier abismo, los perfiles de un cuerpo femenino, o la quimera que siempre está al alcance del ridículo. Día tras otro así, este desasosiego cuyo arraigo ignoro, que me lleva en volandas por la ventana rota de la curiosidad

Duele el infinitivo amar, y el verbo amar, y hasta el hecho de amar duele en la costa dura, durísima del ser, porque es imprevisible, cambiante, traicionero, y duele porque exige estar al tanto de tanta infinitud, sus escorzos mutables, imprevisiblemente además


4 comentarios:

Einstenio Zenón Hez Más Cajoj dijo...

Que te siga doliendo, siempre que te mueva a expresarlo así.
Y, maguer pienses que el nombre es chorpatélico, yo persisto...

Prudencio Salces dijo...

Asaz rebuscadillo, digo yo. Mas en tu honor he añadido tres me dolencias. Ea, a disfrutad y sed felices, aunque o toque

Anónimo dijo...

¡¡Qué bárbaro, Pruden!! ¡Qué fuerza y que dolor transmites! Sigues estando vivo aunque creas que mueres. Salud

Anónimo dijo...

Gracias, amable Anónimo. Qué lástima no poder darte un abrazo, o la mano siquiera, ni conocer tu rostro, tu sensibilidad escondida, pero sí manifiesta en tus buenos deseos hacia mí