En cierta ocasión escribí para mi libro El Mesto de las Rosas:
Hubo
un tiempo una vez aquí en España que se llamó franquismo,
sinónimo
de cárcel y de olvido.
No
olvidarlo en la penumbra feliz de vuestros besos.
No era más que una opinión particular
y un deseo emotivo para preservar la memoria de los jóvenes de un tiempo fatal
que yo mismo viví y padecí. Pero cuando escribí eso los franquistas no estaban
tan enardecidos ni mostraban su aversión a la democracia con la desvergüenza y
el afán de taponar la verdad como hacen ahora. Ahora me resulta aberrante y hasta peligroso
ver cómo las huestes del fascismo reivindican en la calle brazo extendido y
cantando el Cara al sol como si exigiendo de nuevo el paredón para los que no
piensan como ellos. Y la verdad es que me da miedo cuando los veo con su
máscara de vengativos. Cada día son más y con gritos más delirantes. Son como
la indecencia del horror personificada en gestos amenazadores. ¿Hasta cuándo
esta desfachatez en un estado que se dice democrático? ¿No hay ley alguna que
detenga tales exaltaciones de odio? Al parecer hasta la Comunidad Europea
prohíbe cualquier reivindicación de la dictadura, pero en España sigue
legalizada la Fundación Francisco Franco que es de donde se alimentan esas alimañas
del pasado más negro de nuestra historia reciente. Es un lastre para la
convivencia que me temo va a peor y cada días más fuerte.
1 comentario:
Tú lo has dicho, no hay ley, porque quien se encargó de redactar las que existen nunca han tenido el valor de prohibir el peligro que supone enaltecer esa otra forma de terrorismo primigenio.
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