El detenido confesó que sí, que se había sublevado contra la República y que la herida de bala se la habían producido los rojos de su pueblo. Venía huyendo porque aquí, en Talbania, tenía un amigo que podría ayudarlo. Dijo el nombre de su amigo y la huerta que labraba, y los cuatro miembros del comité local de defensa lo conocían bien.
─Ese es buena persona, pero si tú vienes huyendo es porque serás un bicho de cuidado, le sentenciaron. Además, dijo el que comandaba el comité, a ti te conozco yo: tú eres el Palomo, y si no eres falangista has estado siempre pegado a los ricos.
Desde el momento del atardecer de julio en que fue detenido a la entrada del pueblo donde buscaba protección, Palomo reconoció que se enfrentaba a su segunda muerte, por eso no ocultó decir quién era y declarar su condición sin miedo ni subterfugios. Había conseguido escabullirse de la balacera que estalló en Puente Genil; traía un tiro en un muslo cuya hemorragia pudo controlar malamente por sus propios medios. Había perdido mucha sangre y montaba un jaco que también venía cansado, pero los cuatro jóvenes no lo dejaron continuar por donde iba.
El comité local de defensa de la República había designado a aquel grupo para vigilar la entrada sur del pueblo, y estaban apostados en la Cuesta Blanquilla cuando vieron al forastero orillando el arroyo de Pedro Bascón para eludir las calles de Talbania. Palomo, además de herido, venía desarmado, y no mostró resistencia alguna. En su defensa dijo que nada más se halló entre el tiroteo de unos y otros pero pensó que en este pueblo apaciguado aún lo dejarían al menos curarse con el aval de su amigo. Al día siguiente su cadáver se halló abandonado en las proximidades de la Fuente Don Marcelo, en el camino de Aguilar, y pronto se culpó a los cuatro jóvenes de haberlo ejecutado. Incluso se denuncia todavía, si bien sottovoce, que tenía la cabeza separada del cuerpo.
Poco después de la muerte de Palomo, Talbania fue tomado definitivamente por la Guardia Civil para los nacionales. No hubo mucha resistencia, pero sí algunos muertos, asimismo sin justicia porque el deseo de venganza se apoderó de los vencedores. Los republicanos que habían defendido el pueblo tuvieron que huir. Los falangistas persiguieron con saña a los cuatro que habían detenido al pontanés hallado muerto. Sólo dieron con uno de ellos: Antonio estaba oculto en el cortijo del Menguillar, y sin mediar palabra ni demora ni acusación alguna, allí lo acribillaron sus paisanos.
En memoria de Juan Río, el Cojo de Mediapanilla, que, acusado por este suceso, huyó y pasó la guerra defendiendo Madrid. Al terminar, volvió a su lugar con la confianza de no tener las manos manchadas de sangre (como había dictado el gobierno vencedor), pero fue delatado, detenido y ejecutado por la Guardia Civil en el cementerio de su pueblo.
5 comentarios:
Somos muchos los jovenes que desconocemos estos pasajes de la historia de Talbania y que nos gustaría saber, porque si no se cuentan caerán en el olvido.
Y ya se sabe, si no se conoce la historia se vuelve a cometer los mismo errores.
Un saludo.
Este relato, lo encuentro diferente a los anteriones, tanto por la formas del discurso; más coloquial y claramente prosaico, como por las imágenes que en él describes.
Pero una cosa tienen el común todos ellos; y es la lucidez del discurso.
Porque utilizas un lenguaje claro y sin artificios, que atrapa al lector desde el principio.
Te sigo.
Conmovedor. La realidad, siempre la puta realidad (¿están permitidos los tacos en tu blog?). Galdosiana y tremenda, casi siempre superando la ficción. Basta con echar un vistazo a los diarios. Sin embargo, sé que no basta quejarse amargamente.
Luis Q.
www.autobiografiaporescribirluisquinonesc.blogspot.com
Hola Pruden, me gusta tu espacio y espero visitarlo a menudo, yo ya había oído hablar algo de este episodio triste de los tiempos de la guerra en nuestro pueblo, pero no sabía muchos detalles. Te mando un fuerte abrazo y espero leerte a menudo.
Tremendo relato. Ya había oido hablar de este asunto en numerosas ocasiones, y siempre me pone los pelos de punta. Lo había escuchado tal y como Prudencio nos lo cuenta aqui.
Paisanos, esto nos demuestra que en un Guerra Civil no hay ni vencedores ni vencidos. En una guerra todos somos victimas.
Siempre he defendido la libertad de ideales. Cada uno podemos tener nuestras ideas políticas, pero nunca debemos de llegar a ser extremistas. Ser extremista solo acarrea desgracias como lo que aqui se ha contado.
Es duro pensar que en un pueblo como Montalbán pasaran esas cosas, que hubiera tantos odios y que se llegaran a esos extremos. En un pueblo donde todo el mundo se conocía y donde seguramente había familias divididas por los dos bandos.
Debemos luchar porque este capítulo de nuestra historia jamás vuelva a suceder. Por eso mismo nunca deberíamos olvidar lo ocurrido, porque así será más facil evitarlo.
Saludos a todos, y por cierto Prudencio me gusta tu blog.
Vidal Bascón
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