Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

domingo, 21 de octubre de 2007

Equívocos. Sospechas

1
LA VENGANZA, EL DESPECHO Y EL PLACER

La poli era mi amante; la estudiante, mi novia. Mi mujer se enteró de mis asuntos, no sé cómo, quizá por los olores o por la mala costumbre de hablar en sueños, y me puso los cuernos por venganza. No tuvo que decirme con quién, pues vi que Venancio, el hijo faltoso de la vecina, ese chico que se pasaba las tardes cariacontecido mirando nuestra pecera, salía con la bufanda en la mano, cuando yo entraba a casa, y me miró sin despedirse esta vez como pidiendo disculpas, asustado. Yo no hice preguntas, pero mi esposa estaba recogiendo los desperdicios de un tiesto que se había roto. Estaba despeinada...

Modesta, que dirigía el tráfico y conducía una gran moto vestida de policía, tenía unos años más que yo, profesaba de soltera y vivía sola; le gustaba llamarse a sí misma mi amante. Me lo decía así: «Entra ya, mi amante»; o esto otro: «¡Qué bien, amante mío!» El día que mi amigo Fabián nos dio la despedida de soltero fuimos a un club de alterne y yo me acosté con una prostituta que decía ser de Cabo Verde. Se lo conté así como aquél que cuenta una jugarreta inocente, y ella, sin pizca de celos ni enfermedad de ninguna clase, irónicamente, me dijo: ¡Mira que ir de putas teniendo mujer y amante! Pero cuando mi mujer se enteró del final que tuvo la despedida de soltero de Fabián, no sé cómo, si por los olores o porque algún gilipollas de la pandilla se lo contase a su propia esposa, me puso los cuernos por segunda vez y me dijo rotundamente que lo hizo por despecho. No quise preguntarle ni con quién, pero se había comprado una guitarra y ella no sabía tocarla. Así es que supe que estaba dando clases de guitarra con un cubano.

Ernesta, como a ella misma le gustaba llamarse en lugar de su propio nombre, Ernestina, alumna mía y repetidora de quinto o sexto curso de carrera por enésima vez, era romántica y libertaria, las dos cosas, y me decía que le gustaba ser mi novia, porque como no pensaba casarse nunca, tampoco quería que le faltasen los novios, esta cosa tan linda y decadente que no conduce a ninguna parte en realidad. A mí me gustaba darle la razón. Un día fuimos a los toros los tres juntos: Modesta, Ernesta y yo, y ellas se hicieron muy amigas. Cuando Modesta estaba de turno o se iba con su otro amante, le dejaba la llave de su piso a Ernesta para que lo aprovechase con alguno de sus novios.

Yo mantenía estas relaciones con ellas por simple deporte sexual, no por sentimiento de pasión ni por el egocentrismo de la posesión que debiera caracterizarme como macho. Pero no: me sentía feliz y poderoso, sencillamente. Eran ellas las que disponían de mí, yo me dejaba hacer mientras pudiera. Además Modesta era muy buena en la cocina y se complacía con nosotros invitándonos a su plato favorito, cuya receta aprendió de su abuela ecuatoriana, y consistía de berenjenas fritas rebosadas con polvo de serpiente seca que le enviaban de Bolivia. En tan espléndidas ocasiones yo llevaba el vino para el almuerzo y Ernesta, la estudiante, los pastelillos para después. Entonces yo pensaba: ¿Con quién estará hoy mi mujer? Pues ella le había tomado gusto a tener relaciones sexuales con otros que no la comprometieran en nada, según me había dicho descaradamente al proponerme la separación.

Un día, en los postres, recordé con amargura las palabras de mi mujer («Ahora lo hago por placer», eso me dijo) y de pronto me vino la náusea. Vomité copiosamente sobre los bellos pechos de la poli todos los pastelillos revueltos con berenjenas y eso fue suficiente para no aceptar otra invitación. Al acabar el curso, di a la estudiante un aprobado con notable y ahora sigue siendo invierno ahí en la calle. En esta cama grande, y solo, hace un frío que pela.

2
DIENTE POR DIENTE

Cuando mi marido supo que me había tirado a Venancio y que andaba encoñada con Amancio se vengó de mí yéndose de putas. Se acostó con una prostituta por venganza. Me lo dijo la novia de su amigo Fabián; sí, me dijo que se fueron a un club de alterne para celebrar la despedida de soltero y que mi marido fue el único que se acostó con una negra.

El hijo faltoso de mi vecina, ese chico que se pasaba las tardes cariacontecido mirando nuestra pecera, es decir Venancio, salió casi corriendo, con la bufanda en la mano, al tiempo que mi marido entraba en casa. El pobre chico lo miró sin despedirse esta vez y como pidiendo disculpas, asustado. «Perdone, yo no he roto nada», le dijo. No me había dado tiempo de arreglarme bien ni la falda ni el pelo. Él no me hizo ninguna pregunta frontal, incómoda, pero vi la pena vengativa en sus ojos cuando me miraba recogiendo los desperdicios de un tiesto que el chico
había roto en su torpe refriega. Era tan cariñoso y tan noble Venancio, que mi marido no podía comprender mi inocente relación sexual con él. El pobre no pudo acabar ni la primaria, de tan pocos sesos que tenía, y además era el hijo de mi mejor vecina y le gustaba estar en casa mirando nuestra gran pecera. Pero ya con dieciocho años su instinto y su recuelgue eran como los de mi hombre, igual de animal y hermoso. Tenía tan poca maldad Venancio que un día se me presentó en casa con el profesor de apoyo que le habían puesto sus padres, para que viera las cosas que sabía hacer, me anunció satisfecho.

Amancio sabía hacer juegos de magia. Era un truhán cubano con título universitario, al menos eso decía para darse tono, pero sin papeles. Daba clases de gramática y guitarra y vivía de eso y otras mañas. Lo pasaba muy bien con él cuando nos hicimos amigos de inmediato. Lo invitaba a comer en hoteles discretos y un día fuimos a ver una corrida de toros, los tres juntos: Venancio, Amancio y yo. Tenía un bigote seductor, comía con delicadeza y era insaciable Amancio. Yo llevaba esta vida por pura distracción, sin poner en ella más pasión ni intriga que la que el momento preciso requería. Por lo demás, dejaba pasar el tiempo dulcemente.

Cuando mi marido lo supo, no sé cómo, si por mi nueva forma de mirar o por la guitarra que me compré, por despecho se echó una amante. Sé que se trata de una mujer policía, inmigrante, no sé si de Bolivia o de Ecuador. Una redomada puta, debe ser esa policía. Lo delatan sus gestos, su arrogancia imposible, y además me lo ha dicho quien lo ha visto. ¿Qué hace un joven y brillante profesor de medicina con una mujer algo mayor que vestida de uniforme conduce una moto? ¿Qué no se sabrá en Talbania?

No quise hacerle ninguna escenita de celos ni enfermar por su doble traición, pero él no podía comprender que Amancio y Venancio no eran para mí nada más que un juego de dos colores. No, no podía comprenderlo. Y un día, altanero y canalla, me espetó cínicamente que una alumna suya le llamaba su novio. ¿Diente por diente?, le pregunté. No; me miraba dulcemente a los ojos; es sólo por placer.

Ilustración: fotografía de Lola Araque

7 comentarios:

miguelangel dijo...

Siempre el dolor como fuente de autoconocimiento

Un saludo

Anónimo dijo...

También está el placer de la lectura...

Ana Estepa dijo...

Pienso que a los personajes de este cuento les puede suceder tres cosas:
una sería, que su relación estuviese ya muy deteriorada y no les importe nada perderla o no; otra sería que esta pareja hubiese llegado a un acuerdo a la hora de relacionarse con otras personas. Osea, sería una pareja liberal, que hubiesen hecho un diferenciación entre su relación de amor y de pareja con lo que es el juego sexual, que no tiene por qué implicar un vínculo de sentimientos; y la última sería que estuviesen deseando llegar al acuerdo de la segunda opción, pero ninguno de los dos se atreve a planteárselo al otro cara a cara.
Yo más bien creo que la tercera es la opción más válida, ya que los dos se ocultan sus actos, pero sin embargo al final, ella no tiene reparo ni pudor en reconocerle a su esposo “mirándole dulcemente a los ojos”, que lo hizo por placer.

Existe una teoría, que no sé si será cierta o no, en la que se afirma que en la prehistoria, los hombres y las mujeres se relacionaban con total libertad.
No sabían cómo comenzaba la vida, sólo sabían que las que traían los hijos al mundo eran las mujeres, así que estas eran tratadas como semidiosas, ya que eran ellas las creadoras.
Vivían en un matriarcado, en el que los órganos de decisión eran administrados por las mujeres más sabias: la hechicera, la curandera…etc.
Resulta que con el tiempo descubrieron por qué nacían los niños. Entonces, al darse cuanta ellos, que de semidiosas nada, pensaron que si cada hombre tuviese a una mujer en su casa, sólo para sí y podía garantizar que esta sólo tuviese hijos engendrados por él, cuando ellos muriesen sus bienes, en lugar de pasar a la comunidad, como había sido hasta entonces, pasarían a sus hijos como herencia. De esta forma nacería la propiedad privada.

Por supuesto en aquellos años, la gente también se enamoraba y hacía tonterías, como ahora, pero hubo un grupo de mujeres, las más inteligentes, que se negaron a esos cambios. Entonces, estas mujeres, se separaron del resto del grupo y se fueron a vivir juntas.
Pasó el tiempo y resulta que a los hombres, los mismos que habían impuesto la monogamia, no les bastaba la mujer que tenían que casa para satisfacer sus impulsos sexuales, así que buscaban a otras mujeres, pero tenían muchos problemas con los otros hombres, así que se fueron a buscar a las mujeres que vivían solas.

En un principio estas se negaban a tener relaciones con ellos: habían pasado de ser diosas a convertirse en unas desahuciadas, pero resulta que los hombres estaban tan desesperados, que les ofrecían presentes a cambio se sexo. Entonces, estas mujeres descubren que pueden obtener beneficios y se piensa que de esta forma nace la prostitución.

Luego comienza la primera religión monoteísta: el judaísmo e implanta la monogamia dentro del matrimonio como la única forma de relacionarse los hombres con las mujeres. De esta forma terminan de jodernos la vida, porque luego llega el cristianismo con el mismo cuento más radicalizado si cabe. Castigando incluso con la muerte a los adúlteros y adúlteras, mientras los burdeles siguen lucrándose, en ocasiones con el dinero de los mismos que impusieron esas leyes. Por fin el Islam, la última de las religiones monoteístas, también lo intentó con los árabes, pero no lo consiguió, porque si bien es cierto que la monogamia era una práctica común en casi todas partes, no ocurría así con los árabes.

Existe una confusión con el Islam y la poligamia, porque se piensa que es este el propulsor de esta práctica y no es así. Lo único que hizo el Islam, fue, legislar y adaptarse a estas prácticas de los árabes, que estaba tan arraigada y que no pudieron eliminar.

Lo que quiero decir con todo esto (que mira que hablo), es que los seres humanos somos muy complicados, porque resulta, que según estudios recientes, la pasión y la atracción física espontánea por la pareja tiene una fecha de caducidad de 6 a 8 meses. Que siii…que luego viene el amor sereno, el respeto, el cariño, todo lo que queráis, pero lo que es pasión, 8 meses.

Claro que vivir en monogamia también tiene sus ventajas: es cómodo, práctico y si tienes imaginación y ganas se puede mantener el fuego de la pasión encendido muchos años. Ahora…currándotelo, porque nadar contra natura tiene estas cosillas; y es que llega un momento en el que te tienes que plantear si pasar un buen rato con alguien que pasaba por allí, merece la pena, si eso supone poner en riesgo una relación de muchos años con una persona a la que aprecias, respetas y que no se merece que le hagas daño. Claro que si esa relación, va mal…de perdidos al río, que para cuatro días que vivimos… (y aunque fuesen cinco).

No sé, todo es muy relativo y al final es una cuestión de elegir y de establecer un orden de prioridades, porque en esto como en casi todas las cosas, no hay más verdad que la teoría del la relatividad de Albert Einstein. Así que, ni sí ni no, si no todo lo contrario, todo es relativo…¿o alomejor no?... Bah, yo qué sé.

Antonio Ruz dijo...

Ana, no se si te has dado cuenta, pero has hecho toda una Tesis de las relaciones humanas, jeje. Pero ha estado muy bien.
Al final siempre esta la gran duda, ¿Merece o no merece la pena arriesgar todo por darse un gusto?, Esta es la cuestión, que cada uno lo valore.

Con respecto al texto: incomunicación, cansancio, capricho, cualquiera de estos casos pudó darse.
Esto en el año 2007 no esta bien visto, pero ¿quien sabe en el 2035, ó en el 2057?.

Anónimo dijo...

Primitivo pero interesante parlamento el tuyo, estimada Ana Estepa. El que de los tres escribió este doble cuento, este cuento con dos caras, o las dos caras de este cuento urbano, te aseguramos que no pensó en tanto como tú expones.

Es probable que su autor ni siquiera esté casado ni cansado ni cazado. La literatura permite este tipo de juegos mentales al margen de la propia experiencia. ¿Qué diríamos, pues, de Dostoievski tras leer “Crimen y castigo”, que él fue Rodión Románovich Raskolnikov, el asesino de la vieja usurera?

En verdad que estimula muchísimo recibir comentarios críticos, o una crítica comentada más abundosa que el mismo texto sobre el que se basa. Es de agradecer que a un cuento corto y simple, aunque original y simpático (perdón por la osadía de la autocalificación) se le endose un tratado de psicología sociológica.

Nos parece más acertado el escueto comentario de i75mara, pero, en este caso del cuento reflectante, aplaudimos igualmente el del lector anónimo. Y si fuese lectora, idem de lo mismo.

Con nuestra gratitud,

Juan Luciano Jiménez

Ana Estepa dijo...

Hola Juan Luciano.

Verás, cuando yo leo un texto: cuento, poema o lo que sea, lo primero que pienso, es que detrás de esas letras existe una persona que ha dedicado tiempo en escribir y que nos quiere contar una historia (ficticia o no), por este motivo y por respeto a esa persona, me imprimo el texto, lo leo las veces que haga falta, subrayo lo que creo interesante y hago mi comentario lo más honesto y respetuoso que sé.

Yo no escribo prosa, escribo poesía y a mí me cuesta mucho trabajo escribir, porque lo hago después de trabajar mis ocho horas, de organizar mi casa y de acostar a mis niñas.
Por eso cuando alguien lee un poema mío y me deja un escueto comentario, tengo la sensación de que mi esfuerzo no ha servido para nada, de que no ha leído y de que sólo me comenta por cortesía para que luego yo le devuelva el cumplido en su espacio, y yo, sinceramente, paso de estas historias, principalmente porque no me aportan nada.

Para mí, es mucho más fácil y me lleva menos tiempo, hacer una lectura por encima (o ni siquiera leer) y escribir una línea con un escueto cometario de cumplido.

Pero está claro que no pensamos igual (afortunadamente, porque si no esto sería aburridísimo) y por supuesto entiendo y respeto vuestra postura. Por eso he tomado una decisión y quiero dejaros claro un par de cosas:

En ningún momento se me pasó por la cabeza el hacer crítica literaria, tan sólo leí con todo mi interés e hice los comentarios que me hubiese gustado que me hiciesen a mí.

Que en ningún momento quise molestar con mis comentarios

Y por último, que por mi parte, esto no volverá a suceder.

Saludos a los tres y hasta siempre.

juan dijo...

La verdad es que he disfrutado leyendo la entrada (como practicamente con todas).

Y tambien pienso como orejonkz, siempre esta la duda de si merece la pena arriesgar todo por un simple capricho.

Aparte de esto, os quería comentar que aparte de seguir con mi blog friki, he hecho otro para hablar sobre cine, musica, literatura...y todas las cosas que me gustan o me disgustan y que no tenian cabida en obsesion-friki.
Si os apetece visitarlo y me decis que tal os parece.
Mi primera entrada en ese nuevo blog es sobre mi grupo favorito "Heroes del Silencio" y he puesto algunas de sus letras, y me gustaria que vosotros me comentaseis que os parecen esos textos, ya que para mi son increibles y algunos consiguen ponerme los pelos de punta.

La direccion es:
http://en-un-rincon.blogspot.com

Salud