Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

domingo, 23 de diciembre de 2007

La maldición del laurel


Cristino fue siempre un hombre confiado, incluso un tanto lelo para la época y el lugar que le ha tocado vivir, y ha heredado, no hace mucho, un trozo de tierra con un pozo que su abuelo hacía tiempo que no cultivaba. Todos los tontos tienen suerte, se dice en el lugar cuando estos casos. Pero, para el caso que contamos, la única suerte de Cristino fue el que su abuelo no tuviese más nietos, porque el cacho de tierra no da mucho más que los quebrantos propios de un pedregal y los higos de agosto.

Cristino va y viene con sus cosas por los mercadillos de los pueblos vecinos, vendiendo ropa de trabajo, pantalones de pana, camisas de franela, zapatos baratos y monos de varios modelos y colores. No le va mal el negocio de vendedor ambulante, por lo que el pegujal lo tomó buenamente, sin más algaradas ni asomo de soberbia que con la simple intención de dedicarle algunas horas los días de descanso. «Por no dejarlo abandonado, ¿me comprende?», le dijo un día al vecino de al lado, que es un señor dueño de un terreno mucho más grande y provechoso, cuando éste trataba de burlarse de Cristino menospreciando el valor de su humilde heredad.

Por su falta de malicia, por su descreimiento en las supersticiones populares y en las malas artes tendenciosas, por su alma cándida, en fin, no llega a comprender el verdadero significado de algunas frases hechas. Esas que todo el mundo usa como buen recurso a falta de una opinión personal en los momentos conclusivos de una conversación. A quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga, por ejemplo. De tal guisa Cristino pensó que lo que su vecino le dijo («El que siembra un laurel no se sienta a la sombra de él») es que el laurel tarda mucho tiempo en ponerse grande, que crecerá tan lento que nunca le dará la sombra de la higuera. Eso creyó no más.

El laurel le vino porque un día en el mercadillo el vendedor de flores y plantas se lo cambió por un mono verde provisto de muchos bolsillos. Cristino se supo satisfecho por el cambio y se dispuso a ponerlo junto al pozo, pues alguien le había advertido que este árbol es aguarín, que necesita más humedad que las higueras y los granados. El laurel, pensó él, le dará a mi huerto un determinado aire señorial, ya que, por lo poco que sabía de este asunto, la corona de laurel está relacionada con los campeones y con los poetas. Entonces fue cuando el vecino le dijo el dicho sobre la maldición del laurel como una sentencia de malaventuranza que él no tomó como tal, sino como una simple frase relacionada con la longitud del tiempo.

El vecino, agricultor tradicional de varias tierras y hombre tosco, descendiente de una de las tribus egipcianas que al principio de los tiempos conformaron la población mestiza de Talbania, seguía practicando en la intimidad un ritual o religión por el cual toda su descendencia prevalecerá en la riqueza. El patriarca de aquel antiguo clan desperdigado había sido colgado hasta morir en un laurel por el jefe de otra tribu enemiga, por lo que, al dispersarse por el mundo sin su guía espiritual, todos los parientes se conjuraron bajo esta premisa redentora: Quien ose sembrar laurel, jamás descanse bajo su sombra. La tribu, errante por diversas partes del mundo, creció y se hizo poderosa bajo la admonición de la sentencia bíblica que aplicaba la pena de eliminar a cualquier miembro, familiar o enemigo, que sembrase un laurel y posteriormente apoderarse de sus tierras.

Ahora, este oscuro colono le tenía ojeriza desde tiempo atrás porque es el padre de Constanza y Constanza fue la primera y única novia que tuvo Cristino. Fue un noviazgo de lo más inocente, como corresponde, porque además los enamorados eran casi unos críos y el padre se les opuso con la virulencia de su carácter y la virulencia de su posición económica. Pero Constanza y Cristino, más o menos a escondidas, seguían manteniendo un noviazgo febril y distante, cada vez más distante y cada día menos febril, hasta que ella se fue al instituto y él se puso al lado de su abuelo a destripar terrones y a esperar las lluvias. Luego compró la furgoneta para dedicarse a vender en los mercadillos.

Pese al tiempo transcurrido y la impuesta distancia, Constanza también seguía soltera, tal vez sintiendo aún cerca y posible la dulzura del primer amor o, quizá, porque la dimensión hexagonal de su cabeza y su cuerpo cebado de todo tipo de carnes y dulces no le interesó a otro hombre. Sigue soltera casi a los treinta años y ese es el motivo por el que su padre, considerando y temiendo que a falta de otros hijos no llegará a tener nietos, alimenta soterradamente la tirria vengativa contra el pobre Cristino. El labrantín siente el rencor de que su hija fue deshonrada por ese tontuelo muerto de hambre; sospecha y lo soporta como una vergüenza familiar que toda Talbania lo sabrá menos él y que por eso ningún otro joven se ha fijado en ella para desposarla. Su resentimiento debe ser malévolo hasta el punto de desearle la muerte al inocente vendedor ambulante por haber heredado la media fanega de tierra miserable que él pensaba le vendería por dos pesetas. Y lanzó la maldición de su estirpe el día que el nuevo heredero del pedregal plantó el laurel cerca del pozo.

6 comentarios:

miguelangel dijo...

Interesante. No conocía este refrán. Y digo interesante en cuanto a que la tradición latina dice todo lo contrario del laurel.. "Aquél que lleve una hoja de laurel nunca será dañado por un trueno" es un viejo proverbio. Los romanos lo llamaron "la planta del buen ángel". En la tradición mágica se cuenta que si se combinan sus hojas con madera de sándalo y se queman en Luna menguante, las hojas de laurel rompen la mayoría de las maldiciones y hechizos negativos. Está presente en el As de oros como símbolo de victoria y suerte. Etcétera.

De todas formas como tengo uno en el huerto que mide más o menos lo mismo que yo, voy a preguntar por algún vitalizador de crecimiento, por si las moscas..

Anónimo dijo...

No creo que el pobre Cristino tuviese mala suerte,sino mas bien que estaba rodeado de gente avariciosa,y muy envidiosa,y mas en aquellos tiempos,de mas miseria,quien tuviese alguna faneguita", mas de uno lo maldecía pa´ ver si la perdía....o se alegraba de todas sus desgracias, aunque hoy en dia sigue pasando eso, no solo en Talbania. Recordando mi vida nomada,tambien reconozco que en el mundo en que vivimos, cada vez mas capitalista, y materialista,,,se puede matar hasta por una simple golosina, el poder del capital y la avaricia por tener mas y mas, nos imposibilita a crecer y evolucionar, espiritual e inteligentemente por el mundo emocinal, que es el mas racional que tiene el ser humano, si todos nos pusiesemos en buscar por ese camino, seguro que estariamos mejor ocupados, que, en pensar en el arbol de laurel, del huerto del vecino.
Para mi el Laurel me parece un arbol maravilloso,no solo para el uso gastronomico, tambien por sus propiedades curativas y esotericas, en la cultura Wiccana, se hacian brevajes,conjuros,rituales,...sobre todo para atraer el amor, buena suerte, dinero en luna creciente,y limpieza de negatividad en menguante.
al igual que el romero,al laurel hay que guardarle respeto
Manuela Reyes, una Talbanesa.

Anónimo dijo...

Pienso que tanto i75mara como la anónima Manuela Reyes (cuyo nombre me evoca el cante por caracoles que hacía Fosforito: "Manuel Reyes / primero que yo te olvíe / se ha de secar la fuente / de las Cibeles"), digo que ambos coincidís en lo que el autor de este pequeño cuento ha querido dar a entender: la nobleza de Cristino representada en las virtudes del laurel, árbol por antonomasia particularmente apreciado por las culturas más evolucionadas. Porque la persona ambiciosa, como el padre de Constanza que dispone de mañas esotéricas para procurar la muere de los demás por arte de birlibirloque, lo que más detesta de todo es el gusto por la sencillez y el buen vivir sin problemas que se ha planteado Cristino, un hombre nrmal. El autor podría haber escogido otro árbol incluso más rentable, como el nogal u otro frutícola preciado, pero el laurel, además de todo lo que vosotros dos reseñáis, es lo más ajeno a cualquier maldición humana. ¿No os parece?

Gracias por vuestro acercamiento y opinión. Esperamos seguir siéndoos gratos con nuestro imaginario de Talbania.

Anónimo dijo...

Estimada Manuela Reyes, ¿por qué no se puede entrar en INNOVA UNISEX?

Ocurre que después de varios días he visto tu comentario en la entrada de "El Reserva", y hoy también en esta del laurel que ha respondido Juan Luciano, pero yo, personalmente, me he sentido aludido por la tuya anterior y he intendado entrar en tu blog. Dime cómo puedo hacerlo. Gracias.

Saludos de Pruden

INNOVA-UNISEX dijo...

Pruden,ante todo mis disculpas, por si se ha sentido aludido en el comentario de la reserva, no ha sido en ningun momento esa mi intención, al contrario,he sentido bastante alegria al encontrarme estos relatos tan maravillosos de mis raices.
Respecto a lo de entrar en mi blog, he estado echando el ojo y no se si ya esta el perfil publico, de todas maneras intenta tambien por esta pagina,(myspace.com/innova77),a ver si puedes, un saludo de una paisana tuya,afincada en la malaga salerosa. Manuela Reyes Gomez.

Unknown dijo...

Los laureles son para la gloria