Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

viernes, 18 de enero de 2008

La noticia

Estimados lectores: Os escribe Silvestre. Salces me pide que lance la noticia: Juan Luciano Jiménez ha muerto. La causa ha sido un enfisema pulmonar que padecía y la complicidad de una neumonía atípica que pasó por la Calle Siete Revueltas de Córdoba donde vivía. Ha sido el colega más desenfadado de esta peregrina empresa, el más impersonal y narrativo, y como él no puede decir nada de sí mismo procuraré escribir esta nota a su manera. De paso contaré algo de su biografía. No me lo podrá agradecer pero sé que si pudiera leerla se sentiría gustoso. No deja tras de sí una grande ni mediana obra, pues su afición primera fue el ciclismo dominguero que practicó hasta caer enfermo y eso no deviene en mérito contable por la historiografía. Esto lo transfiero de sus propias palabras, como se notará. Sí ha dejado una viuda llamada Remedios Rojas, proveniente de Riaño, que nunca estuvo al tanto de que su marido escribiese cuentos. Ella trabaja en una agencia de viajes. Hijos, ninguno. Nació en 1957. Era, lo que se dice, muy joven todavía para morir sin merecerlo. Aunque se afirma por ahí que nadie merece morir. Corroborémoslo, y lamentemos doblemente la pérdida del amigo.
Juan Luciano Jiménez trabajó desde que aprobó una plaza de auxiliar administrativo en el Ayuntamiento cordobés. Ha sido su único trabajo. Allí, excepto algunos compañeros inmediatos, todos desconocían su existencia. Siempre con gafas y siempre vestido de chaqueta y corbata, menos de verano que usaba blusones de manga larga. Ese era su atuendo más particular. Es decir, que no tenía nada de particular salvo lo casposo de la costumbre. Él era así: callado. Un cordobés callado al que no le gustaba el cante flamenco y nunca fue a los toros. Su padre fue un albañil asmático que pasaba más tiempo en el sanatorio Los Morales que en los tajos; la madre tenía un kiosko en la plaza de La Magdalena; la familia, además, era numerosa; eso quiere decir que eran muy pobres. Juan Luciano cursó la enseñanza primaria en el colegio público Caballeros de Santiago, calle de Agustín Moreno, y a los catorce años entró de ayudante en una carpintería. Como enseña de aquel oficio, le faltaba el pulgar de la mano izquierda. En 1975 lo conoció Prudencio Salces. Fue en el Colegio Oscus de la calle Valladares, donde a sus dieciocho años cursaba el bachillerato nocturno en ese colegio gratuito de los curas. La coincidencia alterna de los apellidos llamó la atención de ambos, pues que Juan Luciano se apellidaba Jiménez Salces y Prudencio lleva el Jiménez de segundo. Éste (y lo digo aquí como una acotación), con 6 años más de edad que nuestro finado, abandonó aquel curso para casarse y volverse a su lugar y dedicarse a la política del perdedor. Los abandonos (y esto es otra acotación irreverente) aparecen como una constante en el devenir del autor de El Mesto de Las Rosas.
Mis dos colegas volvieron a encontrarse en una concentración ante el monumento a Julio Romero de Torres contra la primera Guerra del Golfo en 1990. No hablaron de política, sin embargo, sino de Nazim Hikmet y otros encarcelados de por vida que a la postre son admitidos como personas por el recuerdo. El poeta de Salónica les habló aquella noche de una ciudad que perdió la voz y desde entonces Juan Luciano, en la anonimia de su oficina y sobre su bicicleta de carrera con la que subía mucho más allá del Cerro Muriano, habitando siempre en el número impar de esa calle umbría y desconocida donde nació, no dejó de pensar en Talbania como en una resurrección de sus ancestros acosados.
Por lo que sabemos, no ha dado mucho de sí a su ensueño. Veremos cuando Remedios Rojas nos deje taramear en lo que nos concierne suyo. Tan solo agregaré que su inquietud existencial deambulaba entre el considerarse un impostor y al mismo tiempo un aprendiz de escritor. Así lo hemos reseñado en su epitafio.
Su muerte ha dado lugar a que este blog deje de alimentare, en lo sucesivo, con el orden que venía siéndolo. ¿Verdad que lo comprenden los lectores?
Vale.

9 comentarios:

miguelangel dijo...

Mi más sincero pésame


Ioannes l.
s.t.t.l.

INNOVA-UNISEX dijo...

Siento la gran perdida de este buen amigo vuestro. Que descanse en paz.

juan dijo...

Lo siento muchisimo, realmente una gran perdida (aunque no lo conocia personalmente).

Descansa en paz.

Anónimo dijo...

Siento la pérdida del compañero de este equipo. Juan Luciano ha dejado su huella en el blog y aunque no conservemos mucha literatura impresa de él seguramente que, entre Pruden y Silvestre, podáis rescatar su memoria para trasmitírnosla a vuestros lectores. Comprendemos que las entradas en la bitácora se relenticen pero, egoístamente, queremos saber más de él y de las historias fabulosas que os rondan por las cabezas.
Gracias por incluirme en vuestra cabecera...
Francisca de los Dolores

Luis Quiñones Cervantes dijo...

Bueno, las pérdidas siempre son dolorosas, si quien además nos deja es un talentoso amigo. No obstante, me hubiera preocupado más que por el luto impuesto esta bitácora cancelase su andadura. Y siendo así: quizás huya de Talbania, para que Talbania sea más universal, y también los nombres que pueblan la fantasía.

Salud.

Anónimo dijo...

Soy Juan Luciano. Prudencio y Silvestre encabezan una purga contra mi persona porque sostienen que mi prosa no es suficientemente sabrosa. Lo he de decir bien clarito: Me quieren echar de la bitácora.

Si los administradores de la bitácora (yo nunca tuve las contraseñas)permiten que se publique esta protesta, solicito de ustedes, estimados lectores, que me ayuden a recuperar el sitio perdido, pues era yo al fin y al cabo el alma de esta iniciativa. ¿No les parece cruel lo que quieren hacer conmigo?

"Pero un día se apareció lleno de vida y contento,
diciéndole a todo el mundo eh! se equivocaron de muerto,
el lío que se formó eso sí que es puro cuento,
su mujer ya no lo quiere,no quiere dormir con muertos,

y no estaba muerto no, no y no estaba muerto no, no,
y no estaba muerto no, no, estaba tomando cañas,lerelele

y no estaba muerto no, no y no estaba muerto no, no,

y no estaba muerto no, no, chevere, chevere, chévere"

Salú

Anónimo dijo...

¡Que grata sorpresa que no estás muerto! Juan Luciano, cuenta conmigo para recuperar tu sitio y hacerles ver a Pruden y a Silvestre que te tienen que admitir aunque no valoren tus formas. Ni mucho menos, otras personas que ya te conocemos queremos perderte. Al fin y al cabo, aunque tendréis que estar en armonía, somos los lectores los que hemos de alentar el desarrollo de este espacio. No debes tenerles tan en cuenta y sé tú mismo.
Reivindico el derecho a existir de cada personaje.
Francisca de los Dolores

Anónimo dijo...

Por favor, un poco de respeto, que todavía estamos de duelo.
Juan Luciano nos ha dejado, y punto.
Gracias a los que manifestáis el sentimiento de la condolencia, y a los que os gusta el cachondeo fúnebre, gracias también, pero un poco de respeto, por favor.

Silvestre Marín Cañete

Fran Reyes dijo...

Me he quedado un poco... :S

Si es una broma,no es de muy buen gusto.