El de la Recua
Pero escucho el silencio y sigo solo
con la voz de mi madre en duermevela, con su melancolía sin desmayo, oigo la voz del fuego en los adentros, así como si estirpe, como si germinar, oigo la voz del fuego al otro lado de la antigua verdad
me dice que en los tiempos más oscuros de España en su caverna, antes de mil seiscientos, ya estaban registrados en Talbania los hijos del que huyera a trochemoche sobre la magnitud del desarraigo
quien llegó de extranjero y es extraño hasta el advenimiento de otras músicas y sus generaciones
cuando tiempos después sobre el paisaje / Carlos III miraba con discreción sus reinos, desde el Cabo de Gata a Finisterre, y también al revés, estos predios de carnes por abrir
quien trajo por decreto suficientes familias extranjeras que se multiplicaran de arar las soledades, extirpándole al llano los palmitos, orilla a los arroyos desertores
y ordenó que sembraran el trigo y los maizales, que al olivo le dieran simetría, cobertizo a la cabra y a la oveja, y a los cerdos cebaran con bellotas bajo los encinares de habla lenta
para que se achicara el horizonte
así fue todo urdido por la fuerza del hombre y la mujer, codo con hambre, hambre con nuevos hijos, hambre y desolación cabe a la espera de las lluvias fugaces, a la espera del trigo y las morcillas
aquí el viajero supo lo que pasa cuando asalta a una boca la sequía, a la boca de todo un pueblo nómada, un pueblo que, si errante, sedentario cultiva la esperanza y el pan sin levadura,
mientras que con sus ansias y sentidos despiedra, cava, horada
mientras que con sus ansias y sentidos despiedra, cava, horada
siento tan grueso el aire de la estepa como palabra en falso, siento el hambre... siento una soga seca rodeando la casa desde el alba
pues, al fin, por expensas de cédulas reales, se les dio junto al chozo cacho de tierra seca y tres gallinas
desde entonces se unieron dos oficios en una sola forma de vivir, crecer y agricultura entre vecinos
reflejo de la aldea en cada feria donde matrimoniaban las pasiones, después de la cosecha compartida, al abrigo del habla, y al amor de los vinos
así fue concebido Juan Toribio, en la niebla parduzca de las actas biznieto del huido de Vasconia y de la manumisa la Zoruska, oh brisa de los cerros pedregosos orillando las fuentes de Talbania
Juan Toribio: hijo de Juan de Salces, padre de Juan Martín, padre de Antonio Nemesio, padre de Alonso Felipe, padre de Juan y Manuela, padre de Antonio de Salces, bisabuelo casado con María, padres de Juan Luciano, que fue, por sus quimeras cultivadas de aguardiente y caminos, “El de la Recua"
aquí está su retrato todavía, blanco y negro en la casa de mis padres
Pero éste meramente no es un héroe, ni el profeta de veras, ni tampoco es el dios de su apellido, no es más que otro exiliado de la naturaleza, por eso ante el espejo se contempla a sí mismo y no sonríe
seriamente se mira en un presente que no le dice mucho, y sueña que es la lluvia, su costumbre y el tiempo, quien rocía su frente en la quietud de la fotografía acartonada
no fue un héroe, ni un reo, ni un esclavo, no conquistó una tierra, ni mató, no amó más que en los límites del mundo, tampoco fue magnánimo en su aldea, mucho menos un dios, o un sueño a prodigar la tierra de quimeras
no fue más que un obrero, sin gramática, un recio bebedor del aguardiente, fue talmente un abuelo, “El de la Recua”, padre de cinco pobres campesinos
con quienes se acabara el siglo XX y se multiplicaron los espermas
3 comentarios:
Qué barbaridad...¡Qué bueno, por diohs!
Precioso.
Me lo imprimo, porque a esto hay que sacarle todo el jugo. No valen una o dos lecturas.
Gracias.
Pero si aún estoy ajustando los espacios, ¿cómo es que lo has leído tan pornto, amiga?
Gracias a ti.
Vaya...pues es muy simple.
Justo pasaba por aquí en el momento que lo colgaste y me llevé el diamante en bruto.
Los espacios oxigenan el poema (porque es un poema, aunque te empeñes en escribir en horizontal), le da otro tono, mucho más pausado.
Reitero: es buenísimo.
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