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jueves, 15 de octubre de 2009

EL FENÓMENO



El pasado día 4 de octubre se presentó en Montalbán el libro titulado EL ESCULTOR ENRIQUE MORENO EL FENÓMENO, del cual es autor su hijo Antonio Moreno Ladrón de Guevara. En el acto participaron Juan Antonio Ortega Valle, Concejal de Cultura, José María Palencia, Conservador del Museo de Bellas Artes de Córdoba y el propio autor. Ha sido la primera de las varias presentaciones de difusión del libro, editado por Editorial Séneca, que procura recoger para la historia del arte cordobés la obra y la memoria del escultor nacido en este pueblo y asesinado al iniciarse la guerra civil. Vivió sólo 36 años.


No es una biografía al uso, lo que deseamos que algún día pudiera realizarse, pero sí un buen libro escrito con el amor de un hijo y con el acierto de situar al escultor y pensador, llamado El Fenómeno por sus contemporáneos, en su tiempo. Un tiempo de agitaciones políticas, por un lado, y de renovación artística, por otro, en cuyas vanguardias se sitúa la obra y el pensamiento de Enrique Moreno.


De las muchas e importantes aportaciones que se recogen en el libro de sus amigos y de críticos de arte, tanto de los años veinte y treinta como posteriores a su muerte, reproducimos aquí la que, a nuestro parecer, sintetiza con suma excelencia y fidelidad por el hombre y el artista las palabras del que fuera uno de sus mejores amigos, junto con Ángel López-Obrero, el famoso pintor y músico Rafael Botí.





MI AMIGO ENRIQUE MORENO

Rafael Botí


Diario Córdoba, Suplemento de Cultura

6 de noviembre de 1986



Es muy difícil para mí hablar o escribir sobre enrique Moreno Rodríguez, mi amigo fraterno. Lo conocí el segundo día de su llegada a Córdoba y, desde entonces, empezó nuestra amistad, que nunca tuvo altibajos y sí un crescendo continuo. A pesar de mi entonces juventud, enseguida me di cuenta de sus extraordinarias dotes para el arte, causándome una gran impresión la seguridad que tenía en él mismo.


Si la afinidad de nuestras aficiones hubiese sido distinta, estoy seguro de que nuestra a mistad habría sido igual.


Era admirable verlo esculpir directamente sobre el bloque de piedra, sin sacar de puntos, y adaptar la fuerza de su brazo a las distintas resistencias de los materiales.


Recuerdo que un marmolista le rogó que le hiciera unas alegorías y bajos relieves en una lápida de mármol negro de Bélgica y, al ver la poca precaución con que golpeaba aquella piedra que saltaba como un cristal, con una angustia que yo compartía, le gritaba: “Por Dios, Moreno, que me parte usted la lápida”, y él, con aquella su risa franca y sonora, daba más fuerte. La lápida no se rompió y quedó perfecta. Nunca inutilizó un bloque de piedra.


Él tuvo consigo mismo el compromiso de ser un hombre culto, consiguiéndolo con sus constantes lecturas, que no admitía a priori hasta que eran filtradas por su sensibilidad.


Aparte de aquella obra como escultor que habría dejado, Enrique Moreno, sería admirado actualmente como pensador.


Una maldición cayó sobre los tres mejores escultores jóvenes de España. Enrique Moreno, Emiliano Barral y Francisco Pérez Mateos, muertos trágicamente. Como todo joven que se precie, era inconformista, deseando siempre algo mejor, lo que no le impedía admirar la obra de los “viejos” que se lo merecían, a quienes siempre se refería con respeto.


En política, no comulgaba con ningún dogma y analizaba los hechos con frialdad científica. Era un espíritu crítico.



1 comentario:

Anónimo dijo...

que gran artista perdió España y el mundo... me encantaría que hubiera una estatua suya en algún jardín o parque de Talbania.. un saludo Pruden.

Talbanés

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