Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

domingo, 10 de enero de 2010

RESURRECTO. II



Luis Almarcha Hernández, Vicario de Orihuela y Obispo de León desde 1944 a 1970


Seminario de Orihuela, donde Miguel estuvo encarcelado


Sólo al saber que con las nuevas leyes de Franco el matrimonio civil queda anulado, comprendí que tenía que casarme por la iglesia, casarme otra vez bajo la aprobación de su enviado más torvo. Pues aquel emisario de sotana y argucia no se esforzó en evitar que lo patético y triste del momento más pareciera la consumación de un óbito que un casamiento de conveniencia bajo la absurda bendición de un capellán represor. ¡Mierda de resignación! ¡Tanto penar para morirse uno, cojones! Bueno, y para que Josefina tranquilice su espíritu, todo hay que considerarlo. Y también, por si al fin me moría, que ella pudiera cobrar la viudedad, esta fue otra de las argollas que pusieron a mi entendimiento. Y consentí, torcí mi brazo y al menos puedo recuperarme y recordar. Recordar, como mínimo, si a escribir no pudiera volver en un buen tiempo. Pero vivo, mi cuerpo debilitado todavía admite con sacra lentitud los medicamentos que le administran para su bien, y si esto sigue así también lo será para el bien mío y el de Josefina y nuestro hijo.



Ahora, mínimamente recuperado, vuelto del umbral de la muerte donde me han tenido tantos días, ahora me queda la esperanza de poder volver a escribir al menos, que es lo único que me está permitido aspirar en esta reclusión, vuelvo a reafirmarme en lo que comprendí un día, algo ya lejano, cuando aún podía discrepar con Sijé: Dios es sólo el hambre que cada hombre tenga de Dios. Paradójicamente, a ese vacío se le llama alma. ¿Y qué puede saber don Luis Almarcha de las almas cuando tan intransigente se muestra ante la decisión de un hombre en mis circunstancias, que sólo necesito de la salud? ¿Pero qué provecho espera sacar de un recluso en mis condiciones? ¿Cuánto ganará él para su Dios por cada conversión de un rojo que consiga, si ese Dios no le premia con el atributo de que dispone para ayudar a salvarme de la muerte temprana? Pero sé que en el fondo le incita otro interés más amargo para él que el simple hecho de que yo renuncie a mi pasado reciente de soldado, a mi obra más telúrica y vital; poco le importa en realidad, porque lo conozco, el asunto vulnerable de la fe, si yo me declaro creyente o no, si vuelvo a su redil; sólo se trata de doblegar mi voluntad de ahora para anotárselo como un don más de su capacidad redentora. Una entrada más para el reino de los hombres que han ganado una guerra. Un privilegio a tener en cuenta para que su renta de prelado crezca en derechos en su futuro atormentador. Por fortuna para mi atención, no sólo de él dependía mi traslado aquí desde la enfermería de la cárcel. Y sospecho que no debo desperdiciar el tiempo ni las energías en pedirle cuentas ni tampoco en agradecerle su ingratitud, su negligencia para con mi enfermedad. No me dejaré tentar por la soberbia ni el odio, y no porque siga siendo un enfermo dependiente, atribulado y algo confuso con todo lo que ha pasado en los últimos años de mi vida, sino porque, como casi siempre, iré al corazón de mis asuntos.


Patio de la Casa Museo de Miguel Hernández en Orihuela


Antes que el olvido se ocupe por completo de mi obra escrita, como puede llegar a ocurrir, y por si la Eterna Sombra cubriera pronto y por entero mi cuerpo, quisiera dejar escritas para mi Manolillo las razones por las que he sido poeta y los motivos que han hecho de mí un poeta inadaptable o, cuanto menos, poco y mal aceptado entre el común de los hombres de mi tiempo. Inadaptable porque no he escrito desde el prisma de ninguna corriente estética ni imperante. Porque he escrito siempre con el fluido de mi sangre y mi entendimiento. Sé que no he sido un genio. ¿Cómo pudiera yo atribuirme mención tan alta si mi gusto por la poesía y mi disposición entera no ha perseguido más que poner mi voz al lado de los sentimientos más hondos y junto a las cumbres más hermosas? Esto es, allá donde quiera que latiese la belleza, el sufrimiento y la necesidad del hombre. Y eso sabiendo y sin saberlo que la poesía no es una simple herramienta con la que arreglar los fallos del mundo, sino una predisposición del ánimo para abordar la vida.


Pese a que estoy encarcelado y enfermo, como soy un hombre inteligente sé que no todos se olvidarán de mí cuando haya muerto del todo. Y como quiera que he vivido por dentro, intensamente y sin complejos este periodo turbulento que ha sacudido la vida entera de mi país y de Europa, provocando mi propia destrucción y mi derrota, es posible que quienes procuren recordar mi vida y mi obra se hallen igualmente confundidos entre la realidad vivida por mí y la realidad de ellos. ¿Que por qué una suposición así de pretenciosa? Precisamente porque soy un hombre inteligente y bien dotado para la creación artística pero que, en el momento más crucial de mi soledad, equivoqué el camino a seguir. Otros muchos estaban igual de acosados que yo por la fatalidad del destino, pero escogieron el huir hacia fuera y yo lo hice hacia adentro.


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