(2004)
El virus terminal de la vejez se ha enquistado en la casa de los padres. La muerte con sus manos predispuestas se acuesta con la madre todo el día y hace temblar las noches del verano. La perrita lo sabe: nos mira con sus ojos de agua sucia, de agua abandonada y sucia. El agua del aljibe con bichitos extrae alguna nieta, riega las clavellinas con desgana, el patio a la caída de la tarde. La higuera dio sus frutos pero nadie los come con fruición, si acaso recordamos la infancia y otros tiempos en que todo era lúcido, nuevo, resplandeciente, igual que las caricias de la abuela cuando era madre y plata, cuando era plata o frágil que lavaba a sus hijos con manos que no pesan.
Pero la pesantez del cáncer tiene el agrio olor oscuro del gemido. Cuando llegó septiembre, tampoco regresaron las lluvias al tejado, el huerto y los corrales y los patios perdieron la existencia de haber sido. Y la vieja perrita, cuyo nombre infantil nadie recuerda, perdió la condición de su ladrido y ahora late en mi espíritu. Igual que si un tumor para el camino.
(Madre agónica)
A Dolores, Josefina, Paqui, Herminia, Conchi...
Fragmento de la 2ª edición de El Mesto de las Rosas (2009) correspondiente a ese año
2 comentarios:
Emotiva entrada esta amigo Pruden... muy bonita en su natural tristeza. La foto preciosa.
Preciosa entrada Pruden, descrita con una exquisita sensibilidad y realismo.
Un abrazo.
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