Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

jueves, 9 de junio de 2011

EL ENAMORADO DE LIMOSA





José Luis Parra Jurado, ceramista poético, poeta del barro y de la luz, rambleño meditador en la serenidad del tiempo compactado, cordobés de al-Andaluz que corretea en silencio los pasillos abiertos de Medina Azahara y escribe por todo lo que siente, escribe endechas puras de singular barroquismo sometido al tamiz presente de la sinestesia. Tiempo, forma y color y cadencia es su escritura que se adentra en los paisajes del hombre, de la ternura existencial y de la mítica luz de Andalucía.



Dos son los libros recientes con que nos regala el espíritu, la vista, el oído y el tacto de los días luminosos. Extensa Clepsidra («somos arena y agua, barro que piensa»), y Campiña de luz, subtitulado con (Paisaje y ensoñación de Limosa), de la que dice: «He aquí la comarca mítica de Limosa, esta campiña cordobesa donde se ubicó la Extensa Clepsidra».



Uno, no interesado en hacer crítica literaria de los libros que por aquí vienen apareciendo, vuelve a comportarse, hasta con los amigos, de la manera más creíble para mí: que el lector lea, y que disfrute o juzgue.









PASEO POR LA RAMBLA



Desde el norte, a media mañana, La Rambla desenreda esa luz, deslumbre propio, que por creta o pastel esfumina las pupilas del viajero.

A modo de chal ensabana una suave ladera bordada con dos torres sobre campos de trigo y crespos olivares.

La Rambla es conceptuosa, hidalga, alegre y recatada, espigada y ruda. Ensimismada permanece bajo el palio polvoriento de esplendores medievales y del seiscientos. Candeales torres tonsura. Sayal, albo celemín, dorada túnica. Tierra de paso y promisión. Posada, leva y reja en la ruta del reino nazarí.

Aguilar, Santaella, Olivar… calles trazadas casa a casa sobre familiares huertos por adustos pobladores castellano-leoneses, que talaban y cimentaban la regia ladera, en recto vía crucis hacia el Calvario. Como estaciones penitenciales, iglesias y ermitas jalonaron el largo crepitar por lentos decenios y centurias.

El agua vertida por jarras blancas de fresca arcilla. Sobre cuencos melados y verdes apilan oscuras escudillas de almazara. Alfareros de tez blanca y alta estatura iluminan la piel húmeda de alcarraza con ancestrales fulgores.

Rebates de piedra blanca alargan vistosos zaguanes de sombra, azulejos y forja.

(…)

Lienzos de purísima cal cierran las pupilas del paseante. Presagian un rumor de fuentes y geometría alzada.

(…)

La pereza acomoda hábitos y postal. Pasea por las calles-olvido donde comienza una espesa claridad (…) Trasunto de la memoria revelada por el puente apuntalado de cal y forja que nombra el recuerdo: Calle de Fernán Gómez.

(…)

José Luis Parra Jurado. Campiña de luz. Abril de 2011

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