Evgueni Stuchenko: A la izquierda muchachos, a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuest

domingo, 27 de mayo de 2012

Un homenaje debido




Su padre fue el Tiíto. Piconero. Hombre de bulla y taberna al que, tantos años después, aún se le recuerda por su iconoclasta vivir entre aguardiente y pobreza. Mientras su padre vivió, al Niño se le conocía por el Curri del Tiíto, pues su nombre de varón virgen fue Francisco, como el de Asís. Aunque el de Asís, no es malo saberlo, tuvo más de santo que de virgíneo, y de varón, todo lo humano que se dio en su tiempo. Pero el Curri del Tiíto pasó a ser el Niño de las Tortas en sus mejores tiempos de mocedad. Era lo que vendía para ganarse la vida entre el sentir de las gentes.

Hace unos días dejó de serlo voluntariamente. Dejó de ser el Curri, el Niño…

El Niño, con una jaula en la mano, acompañado de su amigo el Tites
Foto de Victorio Domínguez

Grandote, inocente, risueño. En sus últimos años le dio por vestir con trajes de corbata y sombrero de fieltro. ¿A que parezco un señor?, me preguntaba. Y no era por ser domingo u otras cuestiones festeras. Nada más que por lucir sus trajes oscuros colgados de tan alto de sus hombros caídos. Se le bamboleaban con sus andares de coloso aniñado que arrastraba los zapatos sin saberlo.

Sus amigos de pandilla infantil se casaron todos y todos lo invitaron a sus bodas. Yo le vi el contento con la tarjeta de imprenta en la mano. Sus amigos de pandilla de barrio no dejaron de tenerle respeto y él sentía una especie de adoración por ellos y por eso celebraba, visiblemente, la felicidad que el casamiento atribuye a los jóvenes.

No obstante, en las últimas fechas andaba desaliñado y tristón. Su sonrisa de siempre apenas era una mueca sin ganas. Y el último día de su vida, todos en el pueblo tuvieron un saludo con él. Iba por en medio de la calle, a pleno sol de treinta y siete grados, y alguien se lo advirtió. Ya me va a dar muy poco el sol, dicen que respondió sereno. Por eso a todo el pueblo le extrañó, y le ha dolido tanto, que su hermana se lo encontrara de ese modo muerto, voluntariamente muerto. Como desde tan antiguamente se amuere en los pueblos de España.

7 comentarios:

Talbanés dijo...

Muy bonita, sentida y emotiva esta entrada amigo Pruden. El "Niño de las tortas" está entre mis recuerdos de infancia más claros y felices. Como bien sabes vivía y tenía su tienda justo enfrente de mi abuela Andrea "la Carbonera". Yo siempre andaba pidiéndole a mi abuela un duro para cruzar la calle corriendo y comprar chicles, kikos o caramelos "de la cabra" de aquellos que se te quedaban pegados en los dientes y no había forma de despegarlos. Me ha dado mucha pena que haya acabado así.

PD: me alegro de que hayas vuelto a escribir pare. Un abrazo.

Prudencio Salces dijo...

Gracias, Andrius, pero no quiero alargarte la alegría de que haya vuelto, simplemente me he sentido impelido a escribir y publicar este abrazo último para la El Niño de las Tortas. Recordarás que que hace años publiqué una nota sobre él como personaje mítico y extraño de la Talbania imaginaria. He sentido su muerte exclusiva y exalto su decisión personal. Lamentable, a todas luces de mayo

Manuel Marcos dijo...

Mis respetos, Prudencio. Excelente semblanza, créeme que lamento, después de aquel encuentro tan cordial y casual en Córdoba, este enfriamiento que se ha producido, gracias a un descuido mío, un saludo afectuoso.

Manuel

Poblabujano dijo...

También le llamaban el Niño de María Antonia, "el Niño Mariantonia". DEP.

Prudencio Salces dijo...

En efecto, Poblabujano, el Niño de María Antonia la del Tiíto, puntualicemos. Y gracias por el apunte

Anónimo dijo...

Hola pariente, el vecino "Niño de las tortas" bien merece romper tu voluntario silencio.
No hace mucho... poco me pidió que le hiciera una foto: ¿A que estoy elegante para buscar novia..? me decía.

PD: te la haré llegar.

Salú...

Prudencio Salces dijo...

Estupenda foto, sí señor. Aquí la expongo con tu gentileza.
Y muchísimas gracias por hacérmela llegar