Rubén Latino Salces Valle
Nadie
nace odiando a otra persona por su color de piel, su origen o su religión
La capacidad de Nelson Mandela de usar como único arma la fuerza de sus
palabras fue lo más poderoso y que le acompañaron en su lucha por la igualdad
en Sudáfrica. Vivir y morir por la igualdad era una de sus máximas: He luchado contra la dominación blanca y he
combatido la dominación negra. He promovido el ideal de una sociedad
democrática y libre en la cual todas las personas puedan vivir en armonía y con
igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir, pero si es
necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir. Decía el
irrepetible líder.
Si
escuchamos los nombres, por ejemplo, de Beyoncé, Michael Jordan o Barack Obama
se nos viene inmediatamente a la cabeza fama, éxito, dinero, popularidad. O tal
vez si pensamos unos segundos más, se nos ocurren conceptos relacionados con
ellos como sacrificio, esfuerzo, constancia. Quizá estas tres personas cumplan
con los cánones del producto que se vende desde el territorio norteamericano
como “el país de las oportunidades”, donde “todos pueden llegar a donde se
propongan”, pero está claro que el “sueño americano” no es asequible para todos
por igual. Lo que debería estar ya a estas alturas normalizado, sigue siendo
una gran lacra en la sociedad, el racismo. Y sí, Jordan y Beyoncé son negros y son
unos referentes en sus especialidades. Como ellos, muchos negros antes han
tenido que luchar además de contra las dificultades del momento, contra otras
específicas de hospitales o autobuses solo para blancos; de exclusiones
sociales; de desprecios, insultos y palizas por el simple hecho de la
pigmentación de la piel. Palizas que a veces terminan en muerte.
La asfixia
posicional es una técnica que utilizan los policías para inmovilizar a
detenidos (no tiene porque ser negro) y en la que se evita que los pulmones se
expandan por la caja torácica y que mal usada, o usada en exceso deja sin
respiración al delincuente de turno. Muchas veces hemos visto imágines
sobrecogedoras de maltratos policiales y en gran parte de ellas, las víctimas
son de color negro. El último caso conocido, George Floyd, que no era un
peligroso atracador de banco, sino que usó un billete falso para pagar y le
condenó como delito para que una patrulla lo denunciara primero, lo arrodillara
después y tras poner la rodilla en su cuello durante casi 9 minutos, murió
asfixiado ante la mirada del resto de policías y de varias cámaras que
inmortalizaron la lamentable hazaña. Ya destituidos, se acusa a los policías de
asesinato en segundo grado para el actor principal y ayuda e incitación al asesinato
a los tres.
Otro acto similar al del pasado mes de mayo en
Minneapolis, en los Estados Unidos de América, con igual repercusión mediática
y seguimiento por parte de famosos y ciudadanos de todos los colores, fue en
2004 cuando Eric Garner murió igualmente ahogado por un policía neoyorquino. En
aquel momento el deporte se solidarizó con el slogan I can´t breathe (No puedo respirar), siendo el popularísimo
baloncestista Lebron James uno de los personajes más visibles y más implicados
con la causa y secundado por equipos de todos los deportes, manifestaciones en
varias ciudades e incluso el reconocimiento del entonces presidente Barack, que
intentó parar las macabras técnicas de la policías, pero había sido otra
"manzana podrida" de un policía, es un problema de racismo
estructural.
Para que Beyoncé triunfe en la música, antes han
tenido que luchar mucho Billy Elish, Diana Ros o Ella Fitzeral; para que Jordan
triunfase en el deporte, antes han tenido que trabajar duro Mohamed Alí, Carl
Lewis o Tommie Smith (el ganador de medalla de oro en los JJOO que en la
entrega de medallas levantó el puño con un guante negro en honor a los
conflictos raciales de la época); y para que Obama llegara al poder, en parte
se lo debe al trabajo previo de Malcom X o del sueño de Martin Luther King.
Desde que la antropología estudia a los humanos y humanoides
ha habido innumerables clasificaciones: Allá por el siglo XVI, las cinco razas
humanas según Blumenbach eran: mongólico o amarillo; americano o rojo (nativo americano); caucásico o
blanco; malayo o pardo (del sudeste de Asia); y
etiópico o negro. Colores que nada
tienen que ver con los Juegos Olímpicos, Según Coubertin, los colores de cada anillo con el fondo blanco representan los colores
que aparecían en todas las banderas nacionales de los países, ni con los
contenientes. Algo más recientes, los
estudios de 1960 se postulan con las siguientes razas geográficas: amerindia
(América), europea (Europa occidental), asiática (Extremo Oriente), africana
(África negra), india (Península indostánica), australiana (Australia),
melanesia-papú (Melanesia), micronesia (Micronesia) y polinesia (Polinesia). A
la conclusión que llegamos es que las razas no existen, ni biológicamente ni
científicamente. Los hombres por su origen común, pertenecen al mismo
repertorio genético. Las variaciones que podemos constatar no son el resultado
de genes diferentes. Si de “razas” se tratara, hay una sola “raza”: la humana.
#BlackLivesMatters #LasVidasNegrasImportan
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